La anunciada ayuda pública para el saneamiento de los activos tóxicos de los bancos deja al Gobierno sin argumentos para casi todas sus medidas: ¿por qué deja de becarse a estudiantes que no pasan del 5,5 y no se deja caer a los Bancos que hicieron mal su trabajo y se lanzaron desaprensivamente a inversiones especulativas que acabaron llenando de agujeros sus balances? ¿Por qué dejar sin sueldo al funcionario enfermo durante los diez primeros días, y sin embargo poner paños calientes en el lecho de bancos enfermos? ¿Por qué dejar que el libre mercado laboral deje de manos cruzadas al trabajador diligente de una empresa que pierde fuelle, y no se deja al mercado acabar con los Bancos ineficientes? ¿Por qué las subvenciones son tan terribles cuando se trata de cine, cultura o ONG's, y son tan necesarias para el sistema financiero?
Pero dos pecados pueden engendrar una virtud. Se me ocurre que la desazonadora amnistía fiscal que también se ha anunciado podría concretarse en que aquellos que declaren ahora el dinero negro defraudado se vieran obligados a comprar con ese dinero (negro, pero blanqueado) los activos tóxicos (blanqueados, pero negros) de los Bancos. Así las entidades de crédito podrían sanear algo sus cuentas y empezar a prestar, y los defraudadores amnistiados adquirirían suelo o inmuebles que ahora no pueden venderse, pero dentro de tres o cinco años sí. Y el dinero público podría dedicarse a más inversión en infraestructuras, a mejor educación y sanidad, a más becas.
Ya lo aprendimos de niños: menos por menos, más. Multipliquemos tanto desastre, y quizás consigamos algo bueno.
Somos un barco dispuesto a salir a flote; a dejarnos navegar.
Saludos