Vivo las últimas horas de mi patria potestad. A partir de las 00 horas pierdo el "oficio" y caducan todos los poderes de representación que por ley teníamos sobre nuestras hijas. Se emancipan. Así, de pronto. Ya pueden subir el Everest, si quieren, sin que tengamos que autorizarlas. Hace dieciocho años estaban queriendo abrir la puerta de la vida. Primero una, y cinco minutos después, la otra. Desde entonces no han dejado de respirar. 6.574 días exactamente, contando los 29 de febrero.
¿Cómo no va uno a mirar atrás, en momentos así? Así lo hago, y recuerdo el primer momento en que dieron noticias. La del embarazo, allá por San Miguel de 2000: un hermano o una hermana para "el mayor", que por entonces no había cumplido el año. Luego resulta que fueron dos hermanas. No sabíamos bien lo que se nos venía encima.
¿Cómo era la vida sin ellos? El caso es que, con ellos, ha sido tantas cosas y tan diferentes... La memoria es díscola, y no sabe seguir ordenadamente la línea del tiempo. La desordena, y así es posible colocar cuidadosamente en sus cunas a las chicas que esta tarde están estudiando a Cernuda y a Lorca para un examen de 2º de Bachillerato. El tiempo es insoportablemente rectilíneo cuando va hacia adelante, pero si se recorre al revés con la memoria entonces es libre, pueden hacerse trampas y juntarse 6.574 días en un solo instante. A las 00 horas de esta noche, por ejemplo. Un chupete, una llantina nocturna, un uniforme de colegio, los zumos para la merienda, una vomitera en el viaje, el descubrimiento de la nieve, un armario con juguetes todavía en sus baldas, un amor primerizo, la primera transgresión, y los exámenes de 2º de bachillerato, todo junto a las 00 horas de esta noche, otra esquina del tiempo.
Qué extraña contabilidad para el enfoque de una narrativa que se revela misteriosamente orientada a la temporalidad de un tiempo perdido.
¿Misterio o consecuencia?
Difícil cruce de caminos en la rosa de los vientos donde el futuro sólo promete juzgar al pasado en un presente siempre volátil.
¡Cuánto aprendo en este balcón!…
Ciertamente el futuro no es tramposo, porque sólo puede ser fabuloso ya que no existe realidad que lo refute. ¡No hay trampa donde no hay cartón!
Sin embargo, sólo un jurista sabe de las trampas que encierra un pasado acartonado y leído siempre desde un presente líquido.
Los juristas son los chamanes del presente. Nadie como ellos manejan el arte del cuento.
Ni siquiera el Rey conoce el misterio que alberga el relato del «érase una vez…» cuando el «aquí y ahora» sólo tiene un señor soberano con poder para establecer la verdad conveniente; la verdad unidimensional…
Pero si el futuro no existe en el mundo presente ¿Qué es lo que resulta tan insoportablemente rectilíneo cuando el tiempo «va hacia adelante»?…
¿el tiempo? … ¿Quién dice que el tiempo va hacia adelante?…
¡Qué blasfemia!
Si el tiempo va hacia «adelante» es que viene de un «atrás»… Pero si Dios es inmóvil e intemporal…¡el perpetuum … es… inmobile!
¿De dónde viene el tiempo y adónde va?…
Si Dios existe, el tiempo no puede existir. Si el tiempo existe; ¡Dios no puede ser!
La gente vive y actúa como si la vida fuera eterna, como si el tiempo fuera estático (perpetuum) y cíclico como una noria, y afronta la muerte como un simple ritual habitual.
Pero la justicia no es posible cuando el tiempo es volátil… ¿sólo memoria histórica?… ¿Arriba España?… ¿la vitrina de la Chancillería?…
En el mundo no hay trascendencia, solo evanescencia y recuerdos fugaces.
Pero la fantasía del cuento se debe, en gran parte a lo que San Odon de Cluny (benedictino él) en el siglo IX ya reconocía explícitamente diciendo que: «La religión se basa en el rechazo del mundo» … que es lo mismo que el rechazo a la vida real, a la vida temporal; al tiempo. El rechazo al cambio.
¿Qué es la eternidad sino el antitiiempo?…
En términos más actuales, podríamos usar la terminología de Boaventura de Sousa Santos y llamarle a esto el «epistemicidio» de occidente pues la eternidad no es otra cosa que la ausencia de tiempo. Es decir; la muerte… el «finito secular»… cuando el alma abandona el cuerpo… ¡Tempus fugit!…
Afirma Boaventura que el epistemicidio crea un determinado tipo de injusticia; la injusticia epistémica que desacredita, elimina o subordina los conocimientos ajenos que no comulgan con el sistema de convicciones y creencias del soberano colonizador.
El Rey (y su corte…de colonizadores), no creen en el intercambio de saberes. Ellos excluyen, niegan y descalifican a toda forma de vida «diferente»… «o mundana»… los aporo-invisibles; los «sub–diti»…
Pero sigamos con el cuento del balcón; ¿Puede el tiempo ser tan insoportablemente rectilíneo como la recta de Antequera en pleno mes de agosto?…
Solo los juristas conocen del poder que radica en la capacidad de contar una historia … Ellos cuentan siempre sus cuentos en nombre del Rey… ¡Extraña tradición que se remonta a los cuentos de la abuela hablando en nombre de Caperucita que vencía siempre al lobo!…
¡Lo siento me he equivocado!… puede que vuelva a ocurrir…
Digo «contar»… justo en el siglo el tiempo en el que todo se reduce a narrativas donde la realidad tan sólo define una categoría de seducción.
Que el presente sea «líquido» (Z. Bauman), es porque se define como el mundo de los acontecimientos causales donde la causa (pasado) es la narración y el efecto (futuro) es la seducción catalogada de convicción.
El presente es el mundo de la impunidad en el orden de la desigualdad. De un soberano desigual no puede emanar una justicia igual lo mismo que ningún tiempo puede ser eterno so pena que se confunda lo infinito con lo inmóvil.
Lo único inmóvil que existe es el punto.
Lo que sucede ahora (el momentum), se desvanece siempre en el instante siguiente dando comienzo a la historia; el fundamento del cuento de la justicia en el reino de la duda.
La justicia es ciega, no porque padezca un glaucoma severo, sino porque carece de momentum. Carece de «presente»…
Regresemos al balcón; ¿Qué es aquello que martillea el espacio reduciendo su volumen a la insoportable monotonía de lo rectilíneo en un mundo de tres dimensiones?…
Sólo puede ser una convicción unidimensional… una convicción lineal… un punto que se repite ab infinitum…
¡Mon Dieu!… ¡Vaya metafísica!…
¡¡¡ Los invisibles no necesitamos el tiempo!!! …
¡Somos el tiempo!
¡¡¡Eppur si muove!!!
Está usted, Aramis, como para preguntarle la hora…
(Es una broma; me apasionan cualesquiera narrativas sobre el tiempo).
JAJAJAJA!
El buen humor es siempre signo de buena salud incluso rompiendo la barrera del silencio sepulcral…( broma!… jajaja)
Buen día y saludos a la vitrina…
Estimado soberano que imparte «no-se-bien-qué» en nombre del Rey.
Algo tenemos en común; que usted nunca me preguntará la hora, ni yo nunca creeré la hora que me diga sin «auctoritas»…
Y ya que el tiempo le «apasiona» bromas aparte
Le invito yo –potestas aparte–, al texto de otro justiciable encarcelado por los potestas de toga precisamente por su auctoritas…
Le diré que Beltran Russel es uno de los autores de los que he aprendido algunas cosas, pero ahora el Viejo Topo ha publicado un texto que desconocía sobre la continuidad (eternidad) del cuerpo y la mente que viene bien al hilo de la «insoportable recta de Antequera»…
Aunque he de reconocer que la cuestión de las moscas de mente teológica me deja serias dudas vista la potencia creadora de la Chancillería… (broma!)
Merece la pena leerlo con reflexión:
https://www.elviejotopo.com/topoexpress/sobrevivimos-a-la-muerte/