Nunca me había pasado eso de llorar de risa y de pena al mismo tiempo, en un perfecto ensamblaje. Fue un descubrimiento. Un minuto mágico. Era sábado por la noche, habíamos quedado con unos amigos de nuestro amigo para hablar y tomar un vino (la necesidad de juntarse para que el agujero no se note). Entonces Antonio empezó a contar, a su manera entre ingenua y mordaz, un incidente cualquiera de un viaje cualquiera, que nos hizo gracia más por imaginárnoslo en esa situación y por la manera suya de describirla, que por el hecho en sí. Y empezamos a reírnos. Y él seguía añadiendo ingredientes, uno a uno, y a cada ingrediente más risas, hasta la carcajada. Y en ese momento, se añadió el llanto, perfectamente disimulado por la risa. Llanto porque de pronto me vi en tantas veladas con vino en las que estaba él en medio y brotaba la carcajada de risas enteras, redondas, sin llanto. Qué alivio, qué serenidad, qué maravilla poder llorar sin contención por debajo de las carcajadas sinceras. Una risa que me daba pena, una pena que me hacía seguir riendo.
Ningún luto mejor que una tristeza a carcajadas. Si lo que pretendemos es dejar abierta la puerta que nos separa de quienes han quedado quietos en el pasado, de nada sirve empeñarse en un gesto adusto, en un rigor de comportamiento, ni el quedarse también quietos, como si seguir vivo y al sol y con colores fuese una especie de traición. Ya no es por ese piadoso lugar común de que "él así lo habría querido". Es que la muerte no tiene remedio, y lo único que la desconcierta es la risa.
Un minuto de carcajadas de tristeza. El mejor luto posible. El más eficaz, el más bonito, el más justo.
Miguel me he enterado de la noticia en Inglaterra, y ha sido un mazazo. En todos los que le conocimos dejó su profunda huella. Un amigo ha tenido a bien mandarme tu dos últimos post, y me han reconfortado. Gracias. Recibe un abrazo.
Un abrazo, Miguel. Y cuánto tiempo sin saber de ti!
Cierto; ahora voy ya camino de cuatro años en Inglaterra, y entre el trabajo, el inglés y la tesis el tiempo más que pasar vuela. Tenemos que tomarnos uno de esos vinos para compartir risa y pena al mismo tiempo.