Comparto la impresión de muchos de que lo que está en juego en el referéndum griego no es lo sustancial de las medidas para salvar la iliquidez de Grecia ni tampoco lo sustancial de las "reformas" que tiene Grecia que hacer para alcanzar su "superávit primario" (más ingresos que gastos excluyendo el pago de intereses), sino si se da o no la señal de salida (o de reanudación) de un proceso ciudadano de reflexión sobre cómo seguir avanzando en la construcción política de Europa.
Tengo la impresión de que si en la UE nos hemos quedado a medias (se consiguió la libre circulación de productos, servicios, capitales y casi de personas, hay una moneda común, hay decisiones compartidas, etc., pero no hay política fiscal, no hay gobierno democrático de la economía, no hay derechos sociales blindados, y no puede decirse que exista una ciudadanía europea plena) no ha sido por descuido, ni por falta de tiempo, ni siquiera por errores de diseño, sino que ha sido así por voluntad política. Se ha decidido que sea así. Y se ha decidido, porque conviene a algunos: en concreto, conviene a los que más poder de influencia tienen en Europa. Pese a que tradicionalmente han sido la democracia cristiana y la socialdemocracia las fuerzas políticas que impulsaron la magnífica idea de una unión política europea, el resultado, sobre todo al convivir la construcción europea con la maldita globalización ultraliberal, ha sido que no existe un proyecto socialdemócrata para Europa. Es lo que despectivamente se denomina la "Europa de los mercaderes": no se trata de un mercado cubierto por una entidad política semejante a un Estado, sino unas estructuras políticas subordinadas a un mercado. Todo un fracaso de los tradicionales partidos socialdemócratas, cuya aportación en las dos últimas décadas ha sido insustancial y gestual.
De entre las razones para el "no" (oxi), algunas apuntan en esta dirección, pero otras son puramente domésticas, tácticas, partidistas. De entre las razones para el "sí" (né) unas cuantas son tácticas, partidistas y domésticas de otros países (España, por ejemplo), pero otras son europeístas. A mí me gustaría tener la convicción de que zonas fronterizas entre el más presentable "sí" y el más presentable "no" pudieran entenderse y lograr una resultante: sea cual fuere el resultado, es necesario no dejar la UE en el estado en que ha quedado, hay que retomar consensos políticos con componente socialdemócrata, es necesario un impulso político no sólo para ganar competitividad frente a USA, China y países emergentes, sino para volver a un modelo de protección (con medidas de todo tipo, incluidos aranceles selectivos, sin los que no hay más que intemperie y capitalismo en el sentido más duro del término) de un espacio social y político privilegiado y exportable. Discúlpenme el toque demagógico, pero quiero permitírmelo: ¿por qué hemos renunciado a los paraísos sociales, y no a los paraísos fiscales?
No se trata de optar entre el modelo de Syriza/Podemos y el modelo de Merkel/Guindos. La jugada inteligente sería procurar que la Europa posible se pareciera un poco más a la Europa deseada que a la Europa resignada y desarmada, sin ciudadanía capaz de creer en sí misma. Para ello sería interesante aprovechar lo que de revulsivo (con "v") y rebelión (con "b") proponen Syriza/Podemos, pero insertando ese ímpetu dentro de la mejor tradición europeísta, hoy adormecida. Gane el "sí", o gane el "no". Con las mejores razones del "sí", y las mejores del "no".
Hasta la victoria, siempre.
V.