Ganaríamos mucho si aceptásemos mayores dosis de complejidad en la política. Me temo que estamos cayendo en un reduccionismo empobrecedor, que es el de centrarlo casi todo en los pactos o consensos para formar gobiernos. Es verdad que con frecuencia puede tener mucho sentido asegurar una cierta estabilidad en un gobierno municipal o autonómico sobre la base de un conjunto de medidas consensuado entre varias fuerzas políticas (incluso, a veces, contra la lista más votada). Pero también hay otros consensos políticos que importan a los ciudadanos.
En Andalucía, por ejemplo, algunos estamos cansados de los tacticismos para la investidura, que están más pendientes del impacto sobre otros procesos electorales de las decisiones que se tomen, que en los intereses específicos que están en juego en la investidura. Al final va a resultar que Susana Díaz será o no presidenta en función de algo tan anecdótico como que Chaves se comprometa por escrito a no volver a presentarse como candidato a diputado ¡nacional!. A mí me parece que eso roza el fraude democrático y desde luego no nos salva de la impresión de que los políticos están demasiado pendientes de sí mismos y pierden pronto no ya la épica y el impulso verdaderamente transformador.
Si, como parece evidente, no hay un consenso entre fuerzas políticas que pueda conformar un Gobierno sin Susana Díaz como presidenta, creo que lo más ajustado al resultado electoral sería una abstención que la dejase gobernar en minoría y ponerse inmediatamente a trabajar en otro tipo de consensos no gubernamentales, sino parlamentarios, que sí parecen posibles. Hay muchas decisiones en el ámbito de la Comunidad Autónoma que no precisan el instrumento del Gobierno, y que pueden forjarse en sede parlamentaria. Los grupos de oposición podrían imponer al Gobierno en minoría sistemas de control, reformas legislativas, partidas presupuestarias y cualquier otra iniciativa que visualicen democráticamente el pluralismo en la política andaluza y la identidad de cada una de las fuerzas. Cada grupo estará de acuerdo con unas sí y con otras no, pero no en todas tiene que estar el Gobierno, ni todas han de conformarse contra él: la virtud de los parlamentos disgregados está justamente en su capacidad para encontrar espacios variables de consenso que reflejan mucho mejor la realidad social que una división cerrada entre mayoría de gobierno y minoría de oposición. Cuando se vota en unas elecciones no (sólo) se está votando a quién se prefiere para gobernar: sobre todo se están eligiendo diputados de un Parlamento que tiene más importancia institucional que el propio Gobierno, porque éste está sometido a aquél.
Fue un movimiento táctico únicamente atento a razones endogámicas de partido lo que determinó a Susana Díaz convocar anticipadamente elecciones. Eso es cierto. Pero ahora sería triste que los tacticismos forzasen una disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones por razones que tienen más que ver con la estrategia que con los objetivos propiamente políticos. El ansia de novedad y de cambios en el modo de concebir la política que ha aupado a Podemos y a Ciudadanos al Parlamento con una fuerza notable no puede verse defraudada con esos jueguecitos. También sería triste que el vendaval de posibilidades políticas que se abrió con el resultado de las elecciones se agotase con un pacto doméstico que "salve la cara" pero suponga neutralizar el Parlamento con la excusa de la gobernabilidad.
¿No habría sido mejor que PP, Podemos, C's e IU hubiesen acordado, nada más empezar la Legislatura, dejar gobernar al PSOE, y al mismo tiempo asegurarse de que el Gobierno no podría controlar al Parlamento? Por lo pronto, desaprovecharon la primera oportunidad: el Presidente del Parlamento Andaluz fue el propuesto por el PSOE.
Y ahora Rivera dice que pactará gobiernos con el PP si éste acepta establecer el sistema interno de primarias para designar a sus candidatos. ¿No sería mejor trabajar en consensos parlamentarios para modificar las leyes electorales a fin de establecer, al menos, listas desbloqueadas, que permitirían elegir, distinguir y seleccionar a todos los votantes? Los ciudadanos (con minúscula) necesitamos política grande, ambiciosa, arriesgada, sin tanto miedo al fracaso pero con más decisión transformadora, y no un mero cambio de apariencias salpicado con aliños de colorido vario.
Ciudadanos y Podemos han sido una buena noticia para la democracia española, aunque sólo fuera porque han conseguido que los jóvenes de 20 y de 30 años se hayan vuelto a interesar por ella. Es importante que no les fallen. El vacío que pueden dejar puede ser tentador para otras alternativas, ahora agazapadas, que no tienen buena pinta.
Como bien dices, es una lástima la pérdida de oportunidades perdidas. Dotar al Parlamento de un dinamismo que ha perdido completamente, debería ser la primera intención de cualquier partido político que no haya ganado y que pretende que su voz y la de los ciudadanos que los han votado, se oiga. Sin embargo, es mejor quedarse en lo superficial, en exigir cuestiones como la de Chaves que en fin, como ciudadana me interesan bien poco. Me interesa que mi comunidad se gobierne, desde la decencia y la legalidad. Que el Parlamento pueda controlar la existencia de abusos. Que todos los partidos, el que haya votado y el resto, asuman su responsabilidad de legislar, controlar y gobernar y no enredarse en sus propias banderas (todos, ojo).
Es, por otro lado, divertido, si me permites la expresión, ver como todos han pegado una frenada, esperando los resultados electorales de las municipales y autonómicas, ya que "retratarse" puede ser perjudicial. Dice muy poco de los partidos y de lo que ellos piensan de sus electores.
Opino que sobran instituciones politicas ( No entiendo que deban existir 15 Comunidades Autónomas con sus respectivos Parlamentos y los gastos que ello ocasiona) Falta formación y sobre todo honradez por parte de los gobernantes. Y sobre todo falta planificación. Hay que aplicar las recetas que sean necesarias no aquellas que sean más rentables politicamente