Woody Allen ha sido cruel en Blue Jasmine, su último estreno. Deja caer estrepitosamente a Jasmine, interpretada de manera soberbia por Cate Blanchet, y a mitad de precipicio encuentra el ángel exacto que puede rescatar los restos de una vida completamente aniquilada. Pero el pasado llama siempre dos veces y, cuando está a punto de quedar a salvo, en la siguiente esquina, un coletazo del pasado la devuelve a su presente sin remedio. Jasmine, apegada al eco de su glamour, a sus maletas de Vuitton e incapaz de volar en clase turista, necesita la ayuda de su hermana, cajera de un supermercado que habita en los sentimientos más primarios del corazón de la clase media-baja. No hay un atisbo de piedad: toda la elegancia de Jasmine se estrella en un trabajo de secretaria de un dentista detestable y en un curso de informática. Su resistencia a claudicar acaba cobijándose en un último recurso: ni siquiera el suicidio; es la locura.
Las comedias paralelas acompañan bien a la tragedia principal. Se trata de Woody Allen.
¡Qué ganas de verla ya!
Un saludo,
Patricia