No podemos comprometer con más deuda a las siguientes generaciones de españoles: eso ya lo hemos comprendido.
Pero hay una generación entera que ya está comprometida. Son los jóvenes de entre 20 y 30 años. Dentro de diez, tendrán entre 30 y 40. Avanzarán a los 40 y 50. Podrían ser un agujero negro en nuestra sociedad, un eslabón fallido, la marca de un gran fracaso. No pueden convertirse en la variable de ajuste de la recuperación de la crisis. La contabilidad de un país no puede dar menos importancia a semejante tragedia que a otras variables hoy tan protagonistas. No podemos aceptarlo como una fatalidad.
Si el mercado no puede en estos años, espontáneamente, darles oportunidades, deben abandonarse urgentemente prejuicios ideológicos y ofrecérselas desde lo público. Por heterodoxo que parezca a la Congregación para la Doctrina de la Economía de Mercado y Reducción del Déficit (en adelante, CoDEMeRD), ¿no ha llegado el momento de rectificar, tragarse sapos y ofrecer empleos públicos a los más cualificados en áreas que merezca la pena potenciar? Fomento público, voluntad política y cierto dirigismo estratégico: claro que sí, aunque chirríe a lo "económicamente correcto".
Un sueldo modesto les daría dignidad a estos jóvenes, les permitiría empezar a forjar sus proyectos personales y aliviarían a las economías familiares de las que dependen; incluso comprarían algo más que copas y tabaco: también material de trabajo, cursos de idiomas, ordenadores, alquileres, billetes de tren. Sobre todo, se insertarían socialmente mediante un horario de trabajo y unas exigencias laborales, se pondrán de puntillas para intentar dar los máximos, y cuando dentro de cuatro o siete años la actividad económica se normalice, no estarán entumecidos, amodorrados o simplemente abandonados.
Educadores de apoyo, investigadores de apoyo, becarios, colaboradores temporales de servicios públicos estratégicos. Minicréditos (públicos) para favorecer iniciativas empresariales con rentabilidad social (no, por favor, para diseñar tonos de alarma de móvil ni para instalar máquinas distribuidoras de tabaco...). Remuneración a voluntarios dispuestos a emplear sus capacidades aprendidas en ámbitos de exclusión o en cooperación al desarrollo. Porque de lo que se trata no es de que haya más licenciados universitarios camareros de media jornada que puedan comprarse una moto, sino de decidir qué empeños, qué objetivos merece la pena perseguir. Si para ello la inversión pública es necesaria, mucho mejor es un punto y medio más de déficit que el enorme y prolongado déficit que supondrá el peso muerto de una generación perdida o emigrada.
¿Pan para hoy y hambre para mañana? Pregúntenle a ellos, que están a caballo entre el hoy y el mañana. Viven en España, y España no tendrá sentido si no se conjura para darles oportunidades.
Por favor, que alguien te oiga.
Nuestros jóvenes están pidiendo socorro en medio del océano…
Gracias por ser voz de lo que muchos pensamos.