Anoche presenté la novela FAR S.A., de un autor al que desconocía.
Una novela que tarda en arrancar, pero que en cierto momento cambia el ritmo y se hace trepidante. En realidad la novela arranca en la página 51, en un acuario, en una corta escena que parece traspapelada por el guionista, una especie de avance de que van a pasar cosas: de pronto, sin venir a cuenta, tras la presentación tópica y poco interesante de (algunos) personajes y de la empresa FAR S.A., dedicada a conseguir objetivos difíciles mediante el timo, la impostura y el teatro (creación de situaciones que inducen al destinatario a tomar la decisión ansiada), irrumpe un golpe brutal de la cabeza contra el cristal de una pecera, un denso y cálido líquido que baja de la sien, y un niño arrojado al agua donde los cocodrilos saltan por su presa. El anuncio de que, detrás, hay una novela.
El timo, la farsa y el marketing fullero no son, sin embargo, más que un elemento inicial de la novela, acaso el impulso inicial del autor, una persona experta en el mundo de la empresa, la comunicación y la publicidad que quizás comprendió que está harto de sujetarse a las reglas convencionales en su trabajo, y llevó a la novela una muchedumbre de ideas "innovadoras". Pero otra novela se acopla con puntadas y navajazos a FAR S.A. de manera certera. Me refiero a la vengaza. O mejor, me refiero a Édgar, el gran personaje, el canal grande que riega de literatura las tierras de secano de esta novela y que la distingue de un buen guión de película.
Édgar, el gran Édgar, el emperador. Surge de pronto, aparece de la nada, pero con qué fuerza. En tres trazos ya sabes de él que es el puto jefe, porque tiene en su mano el destino de quienes se rozan con él, y sobre todo porque lo que le apasiona es conducir excavadoras y desprender suavemente el bikini de la rusa Irina (a quien ganó literalmente en una apuesta) con la pala de la excavadora mientras ella toma el sol para él. Alguien que ya sí es capaz de echarse una novela encima. El capo de todos los mercados prohibidos: la droga, el sexo y sobre todo las apuestas (las armas no, por pereza). El gran empresario que, tras aprenderlas, se liberó de las lecciones que aprendió en la Tuck School of Business of New York.
Si llegan al último tercio de la novela, despejen la agenda, porque ya no podrán leer a ratitos. La lectura se acelera, cada página trae el anuncio de que va a pasar algo, como si una maquinaria imparable se hubiese puesto en movimiento, como si las aguas comenzasen a arremolinarse en un embudo de una única salida, ineluctable, que sin embargo no adivinamos. Trozos sueltos que se van ensamblando sin un sentido aparente, la venganza alargando su sombra y movilizando a sus peones, teatros dentro de teatros donde nadie sabe si es público o si está en el escenario.
FAR S.A. (Marketing para llegar lejos)
Pedro Torréns.
Ediciones Dauro, 2012, 454 páginas.
Tú, me encontraste. Yo, me lo perdí.