¿Dónde están los muertos?

¿Dónde están los muertos? 
Hemos visto tantas veces lo que queda de ellos: un cuerpo de repente convertido en cosa. Reconocemos la nariz, las manos, pero faltan los gestos. La energía. Materia desprovista de energía, materia yerta que se descodifica ¿Es posible que de un instante a otro una persona deje de serlo? ¿Puede el tiempo, sólo el tiempo, desposeer a alguien de sí mismo, y dejar arrumbada en su cadáver toda su existencia? ¿No es difícil admitir semejante transformación en un instante? Ahora dicen que el alma no existe, que no es nada, pero cualquiera que por primera vez se encontrase con la muerte de una persona conocida se quedaría buscándola fuera de su cuerpo, en otro sitio, y pondría una palabra (alma, energía, impulso), para designar a lo que acaba de irse a otra parte. ¿Dónde están los muertos?
Los muertos están, al menos, durante un tiempo después de su muerte, en el eco. El cigarrillo que todavía humea, el recuerdo de lo que había dicho la noche anterior, lo que llevaba en su bolsillo. Un mail enviado que todavía no ha sido leído por su destinatario. El testamento que todavía no se ha abierto, en el que además de repartir bienes y males, desvela un secreto. La impresión del último consejo que nos dio. Sus discos, sus libros, los documentos dejados a medias en su ordenador.  La digestión cortada de la última cena. Una agenda con citas señaladas para días futuros. Y otros ecos de más larga duración: cada vez que un niño aprende que Julio César fue emperador de Roma, cada vez que el padre le cuenta al hijo lo que decía el abuelo, cada vez que alguien lee por primera vez lo que el muerto había escrito, cada vez que la estirpe añade un eslabón más.
El tiempo, sólo el tiempo, nos clasifica en vivos y muertos. Sólo el tiempo explica que yo pueda decir que estoy vivo y que mi padre está muerto. Si quitamos el tiempo, nadie está muerto. Por eso el eco, que desafía al tiempo (porque disocia el momento en que se habla y el momento en que se escucha y permite encuentros diacrónicos), es el lugar preferido de los muertos.

2 Respuestas

  1. Nadie se muere del todo, vive en un recuerdo, en un consejo, en una sonrisa que todavía se tiene validez, en cada momento vivido a su lado.
    Me niego a que la muerte, intente arrebatarme aquello que quiero.
    Saludos

  2. Llevo unos días dando vueltas a la muerte, quería escribir algo, no por ninguna muerte cercana pero … te quedas como con un runrun en la cabeza y ahora me encuentro esta curiosa explicación.

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