Ha sido más bien decepcionante. Quizás se generaron demasiadas expectativas. Nadie puede oponerse a que se interrumpan los desahucios durante dos años cuando se trata de la vivienda de familias con el nivel de renta más bajo. Pero la impresión que queda es que se ha permitido una excepción... para salvar la regla.
La excepción está bien. Aliviará a algunas familias de su desesperación inmediata. Pero ahora, "sin levantar mano", como se decía en la jerga judicial, es preciso mirar de frente a la regla. Hay que repensar lo que es embargable y lo que no lo es, hay que pensar si puede permitirse o no un vencimiento anticipado de todo el préstamo por el impago de uno o dos plazos (dejas de pagar un mes 800 euros, y al mes siguiente puedes deber 120.000 euros con intereses al 25% anual, que suponen 2.500 euros cada mes...). Hay que pensar si la insolvencia sobrevenida no es causa suficiente para que el deudor solicite del Juez que modifique (rebus sic stantibus...) las condiciones de pago que se pactaron en contemplación de otro contexto. Hay que pensar en la usura, que consiste en obtener beneficio a costa del infortunio ajeno. Hay que resolver si en un procedimiento ejecutivo puede discutirse todo esto sin que su alegación se convierta en instrumento de dilación para el mal pagador y el caradura.
Ningún reproche por mi parte a la aprobación con urgencia de la moratoria de algunas ejecuciones hipotecarias. Pero habrá que estar vigilantes para comprobar si no ha sido un intento desesperado de salvar los márgenes de beneficio de las entidades financieras de la ola de contestación social que se había levantado en España. Piensen que los bancos españoles también tienen cedidos muchos de sus créditos hipotecarios pendientes de cobro mediante variados productos financieros a otros bancos extranjeros e inversores, y piensen que a la Banca le interesa mucho más salvar los resortes que le permiten prácticas abusivas en casos no extremos (hipotecas de familias de nivel medio de renta) que obtener ahora, mediante el desahucio, una vivienda modesta que no le servirá más que para engrosar su asfixiente patrimonio inmueble e inmovilizado.
Porque de lo que se trata no es de que nadie se suicide, sino de establecer una regla equilibrada, razonable y justa.
by Ernesto L. Mena
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