Desde el lado de acá, desde el lado de quienes no vivimos en los circuitos del poder y del dinero, esta decisión se percibe no como un alivio o un carpetazo a un asunto enojoso, sino como una pequeña victoria que pide más victorias. Desde el lado de acá, lo que esta dimisión significa es que desde hoy somos mejores, porque somos más exigentes con el manejo del Presupuesto. Hoy tienen que mirarse a sí mismos todos los que tienen en su mano la posibilidad de cargar al Presupuesto un gasto propio, porque este episodio que ha alcanzado a la cuarta autoridad del Estado ha supuesto, sea cual fuere la motivación de quien lo desencadenó (el Vocal Gómez Benítez) una eficacísima llamada de atención. A partir de hoy todos los que pueden decidir si comen o viajan u obsequian con cargo a fondos públicos han de sentir la mirada de los jóvenes en paro, de los pensionistas en apuros, de los interinos despedidos o de los funcionarios recortados, fiscalizando si ese cargo es correcto o excesivo. A partir de hoy ha de quedar rota la relajada complacencia que arropaba los usos de presidentes de diputación, delegados de las consejerías, alcaldes, rectores universitarios, líderes sindicales, presidentes de Patronatos públicos, consejeros de Cajas de Ahorros, etc., que hasta hace muy poco tuvieran la tentación de contar las dietas como un plus de ingresos o como un medio para comer, viajar, obsequiarse o invitar sin gastar su dinero.
El presidente de la Comisión de Justicia del Congreso, Alfredo Prada (PP), ha dicho que con la dimisión del presidente Dívar "se pone punto y final". No se me ocurre una forma peor de reaccionar ante la noticia.
La lucha por la decencia requiere victorias encadenadas. La dimisión de Dívar no puede quedarse en el "punto final" de la crónica de un enredo: ha de venir seguida de nuevos gestos de audacia y de exigencia. Hay otras muchas Marbellas en nuestra geografía política, y pronto iremos conociéndolas. Las líneas rojas de la decencia van cercando el Limbo de la inocencia autocomplaciente.
by Ernesto L. Mena
by Agustín Ruiz Robledo
by Maria Ppilar Larraona