Llevaba más de un año en que sus máximas proezas eran abrir los ojos un rato, mover una mano o despertarse. A veces incluso miraba a quien había ido a verla. El resto del tiempo era dormir y dejar que una sonda alimentase lo que quedaba de su cuerpo. Pero ahora que acaba de morirse, aflora de pronto toda su vida. Una vida llena de fortaleza, de decisiones, de trabajo (cuántos miles de niños gallegos aprendieron a leer con ella), de consejos, de empuje, de criterio, de risas. Ahora se recupera toda su vida, que había quedado reducida a un hilo finísimo, quizás sin conciencia, sostenido sólo por un corazón que seguía latiendo. Acabado ese largo momento de la muerte, ya tenemos ahí una vida entera, ya vuelve a ser la que fue en todas las épocas de su vida. La que gobernaba, la que disponía, la que quería, la que acompañó tantos sufrimientos, la que provocó tantas alegrías. Mi tía Lola.
Miguel Pasquau
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Tía Lola.
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Cuando para morirse hace falta sortear mucho sufrimiento queda esa sensación, la de recuperar a la persona que tuvimos siempre. Porque una persona no es sólo la que vemos al final, sino la que está en el recorrido de todos sus días.
Siempre que alguien se va se queda entre las personas que la seguirán queriendo tal y como era. Tal y como fue.
Un abrazo
Me tomo la libertad de pasarte un escrito que no conocía, y casualmente estaba en la siguiente entrada de blog que leí:
http://thekankel.blogspot.com/2011/12/todos.html
Hace un rato he llamado a tu madre para hacerle una pregunta rutinaria de nuestras cosas del blog, y me ha dicho que su hermana se había muerto. Debe ser especialmente duro para ella despedirse de quien era como su madre, pero en el fondo latía en su voz triste esa felicidad de los creyentes: su hermana había descansado de tanto sufrimiento y ella dice que durante toda la mañana la tenía muy presente en su casa.
Al hablar con tu madre, me he acordado de un poema bellísimo y esperanzador: "Morir sólo es morir, morir se acaba…"
Lo has dicho todo. Condición humana.
bss
Lo siento. Un abrazo.
Un abrazo grande
No fue una muerte envuelta en amargura: sólo envuelta en algo de tristeza, esa tristeza que más que doler, casi consuela.
Gracias por vuestras palabras.