Que sí que sí: que si hay un contrato tiene que cumplirse; y que si hay libertad de mercado, se pueden blindar por contrato los sueldos libremente. Todo eso está muy bien. Pero que un Banco se obligue a pagar a unos "conseguidores" 1.500 millones de pesetas en caso de despido (Caixanova Galicia), y que estemos escatimando si a los trabajadores despedidos libremente se les paga una indemnización de 20 o de 40 días, es una prueba evidente de que nuestra forma de organizar las cosas conduce a injusticias intolerables.
Hace muchos años, cuando el debate estaba entre capitalismo y comunismo, nos preguntábamos si era justo que un arquitecto ganase más del doble que un albañil. Con apuros decíamos que era lógico, por su preparación y su responsabilidad. Hace menos años, nos preguntábamos si era justo que comprando un vendiendo un piso alguien ganase, de golpe, lo que un trabajador normal cobra por cinco años de trabajo. "Es el mercado", respondíamos. Ahora deberíamos ya preguntarnos si es sostenible que el límite de la justicia sea el mercado, y no al contrario. Si la justicia no puede, decididamente, corregir al mercado, y el mercado impone sus exigencias a la justicia, ¿no es esto un problema grave en un contexto de sufrimiento de tanta gente? Sin embargo, no está entre las principales preocupaciones de los españoles, según las encuestas del CIS. Pudiera ser porque ni siquiera se formula la pregunta, no vaya a ser que el sistema se desestabilice.
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