Pasa el tiempo. Mientras tanto, estamos aquí, con nuestros contemporáneos. Nochevieja y año nuevo separados por doce campanadas y un brindis sincero con cava y familia. El universo está organizado con infinitos calendarios entremezclados, que siempre nos permiten tener la sensación de que lo acaba empieza: cada noche parece que se ha terminado todo, pero el alba destruye la noche. La luna desaparece cada veintiocho días, pero luego vuelve a aparecer un filamento que se convierte en un círculo completo y perfecto. Hasta junio, los días irán ganando minutos, pero desde San Juan la noche, acorralada por las hogueras, tomará impulso y empezará a recuperar terreno hasta la próxima navidad. La rotación, la traslación, las órbitas incesantes de unos astros respecto de otros más poderosos nos dan continuamente nuevas posibilidades de volver a empezar. La entropía desmiente que todo siga intacto, pero mientras termina su trabajo, estamos aquí. Lo mejor que podemos hacer es querernos y lo peor, olvidarnos. Brindemos con el tiempo del sol, con el de la luna, con el de la galaxia, con el del cosmos, con nuestro pequeño tiempo que de momento compartimos todos los que brindamos.
Miguel Pasquau
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