[Artículo publicado en la revista CTXT el 07/09/2016, puedes leerlo en su formato original aquí.]
La manera más directa de evitar unas terceras elecciones pasa por que ambos partidos, desde su discrepancia, propongan al Rey, por razones coyunturales y como mal menor, la investidura de Pedro Sánchez sin ningún tipo de negociación previa
Escribo estas líneas con la ventaja de estar --deliberadamente-- poco informado de los detalles de la no investidura estival de Mariano Rajoy, y por tanto desde fuera del laberinto. Desde esta perspectiva brillan con entidad propia las constantes apenas mutadas desde el 20-D, y mengua todo lo que desde entonces ha querido sobresalir en el ámbito de la apariencia, el tacticismo y el postureo, y la cuestión a dilucidar queda reducida a lo importante.
Lo importante es y sigue siendo lo siguiente:
a) Que el Partido Popular quiere seguir gobernando, y quiere que el presidente del Gobierno siga siendo Mariano Rajoy. Para ello cuenta con un argumento que tiene peso, aunque no llega al aplastamiento: su amplia victoria en número de votos y número de diputados frente a “cada una” de las demás fuerzas políticas (aunque no respecto de las fuerzas políticas que pidieron el voto a los ciudadanos para cambiar el Gobierno).
b) Que Ciudadanos quiere habilitar un Gobierno, ya sea dirigido por el PSOE, ya por el PP, con ellos como factor influyente, y que no quiere que Podemos entre en el Gobierno y adquiera esa misma capacidad de influencia.
c) Que Podemos está dispuesta a compartir un Gobierno presidido por el PSOE pero sin la atadura de un pacto con Ciudadanos.
d) Que el PSOE sólo tiene claro lo que no quiere (un Gobierno de o con el PP, y un Gobierno que necesite el sustento de los partidos independentistas), pero no tiene clara (por discrepancias internas) cuál podría ser la alternativa posible a un Gobierno del PP.
e) Que ninguna de las fuerzas políticas quiere verse señalada como responsable última de la convocatoria de un nuevo proceso electoral, por más que, en términos de previsibilidad de resultados, dicha convocatoria puede ser conveniente para algunos partidos sí y para otros no, lo que puede por desgracia resultar decisivo.
El largo proceso de negociaciones ficticias y de iniciativas de investidura que decidieron guardar la ropa más que nadar a mar abierto no ha sido del todo inocuo. No estamos en el punto de partida. En primer lugar por el cansancio próximo a la irritación de los ciudadanos, que es un factor de primerísimo orden a la hora de valorar la conveniencia de cualquiera de las opciones posibles. En segundo lugar, porque el PSOE es ya consciente de que ninguna posibilidad de gobierno es creíble si la plantea desde un pacto previo con Ciudadanos, pues será rechazado por razones comprensibles tanto por el PP como por Podemos. Y en tercer lugar, porque el PP ha comprendido que sus posibilidades de continuar en el Gobierno sólo pasan o bien por un último viraje del PSOE después de las elecciones vascas y gallegas, que requeriría importantísimas concesiones “simbólicas”, o bien por una nueva repetición electoral que, por cansancio o indiferencia, acabaría beneficiándole aritméticamente.
Si esto es así, parece claro que sólo será posible evitar el mal mayor de unas terceras elecciones de dos maneras: o bien invistiendo a Mariano Rajoy (el PP no tiene ningún incentivo para cambiar de candidato, puesto que su incentivo sería unas terceras elecciones de las que no se considerase culpable ante su electorado natural), o bien construyendo una alternativa de gobierno al margen, o más bien contra el PP.
Esta alternativa (vamos llegando al final del razonamiento) sólo tiene dos vías posibles, si son ciertas las premisas de las que he partido. Una de ellas sería un pacto duro de PSOE y Podemos, con Ciudadanos en contra, y con el apoyo (“sí”) de los partidos independentistas catalanes. La otra sería una investidura de un candidato socialista a la presidencia que fuese apoyado, desde fuera, con igual distancia, tanto por Ciudadanos como por Podemos, con o sin la abstención de los independentistas.
El pacto duro requeriría, además de un reconocimiento por parte del PSOE de que ya no es la única izquierda con vocación de gobierno (es decir, el reconocimiento por su parte de Podemos como un actor político duradero), un acuerdo sobre el problema territorial que no comportase una transgresión constitucional y satisficiera suficientemente a los nacionalistas. No tanto por Podemos: Podemos podría defender que la cuestión del derecho a decidir sigue vigente como uno de sus objetivos políticos, pero que no existe mayoría parlamentaria suficiente para hacerlo posible hoy día, por lo que no puede condicionar la formación del Gobierno; sin embargo, los partidos nacionalistas sí exigirán algún gesto, algún movimiento, pues nada tienen que perder con un nuevo fracaso de Legislatura. Esa vía no está suficientemente explorada, y en mi opinión sería interesante, aunque sólo fuera para comprobar si los nacionalistas se han instalado en un “todo o nada”, o si por el contrario admitirían la apertura de un terreno de juego político con líneas diferentes a las tan envejecidas actuales que permitiese nuevos desarrollos.
Por último, estaría la investidura en solitario. El PSOE puede superar el veto recíproco entre Ciudadanos y Podemos alejándose equitativamente de uno y de otro. No fue lo que hizo en la anterior legislatura, en la que, como muchas veces hemos dicho ya, se ató a Ciudadanos para hacer imposible el apoyo de Podemos, yendo a una investidura que de antemano sabía que resultaría fallida, y buscando por tanto réditos en el terreno de las apariencias. El PSOE podría plantear a Ciudadanos y a Podemos, potenciales perjudicados por unas terceras elecciones, la alternativa: o apoyáis un Gobierno (sólo) socialista, con su propio programa, sin perjuicio de la oposición parlamentaria en las materias en las que sus respectivos programas se diferencian, o seréis los responsables de unas terceras elecciones, porque yo no voy a dejar que gobierne el PP.
En mi opinión esta última posibilidad es la más viable. Es verdad que Ciudadanos acaba de pactar una investidura con Rajoy, y podría quedar como el chico que baila con todas a ver si pilla algo, pero con inteligencia podría hacer de esa necesidad virtud. Es verdad también que Podemos tiene en sus señas de identidad una desconfianza en el PSOE como partido de gobierno, y viene insistiendo en la necesidad de estar dentro del gobierno para impedir una perpetuación de políticas que el PSOE contesta desde la oposición pero sustenta desde sus gobiernos. Sin embargo, puede funcionar la disyuntiva del mal menor, y Podemos podría plantear una consulta a sus bases para que refrendasen la opción de permitir que gobierne un socialista y pasar a la oposición.
El último escollo para esta solución estaría dentro del PSOE. Barones con poder territorial vienen defendiendo que “no se puede gobernar con 85 escaños”, a lo que debe añadirse que cuarto y mitad del PSOE, al menos, quiere ya pasar la página de Pedro Sánchez y buscar otro líder. Pero ese escollo se disolvería sin remedio si Podemos y Ciudadanos dan el paso. Piénsenlo. Es imaginable que el Comité Federal del PSOE no favorezca que Sánchez se postule como presidente en solitario, pero ¿qué pasaría si Ciudadanos y Podemos propugnan de manera clara que prefieren esa fórmula (sin ninguna concesión recíproca entre uno y otro partido, llamados a enfrentarse infinitamente) a unas terceras elecciones? ¿Se imaginan la posición electoral en que quedaría el PSOE si rehúsa gobernar en esa situación? Sin duda quedaría definitivamente señalado como el que habría causado esa nueva repetición electoral, pues preferiría esas elecciones a gobernar con dificultades, lo que inmediatamente sería percibido como una cobardía política. El PSOE es ya consciente de que ninguna posibilidad de gobierno es creíble si la plantea desde un pacto previo con Ciudadanos
Puedo entender que desde Podemos se prefiera a otro candidato del ámbito socialista diferente a Sánchez. Los hay, que podrían suscitar más consenso dentro del PSOE y fuera de él. Pero quizás eso permitiría más excusas y añadiría más meandros. Por eso entiendo que en este momento la manera más directa de evitar unas terceras elecciones pasaría porque Podemos y Ciudadanos, desde su radical discrepancia, y manteniendo su doble veto, convinieran no ya en apoyar, sino en proponer al Rey, por razones coyunturales y como mal menor, la investidura de Pedro Sánchez sin ningún tipo de negociación previa con uno u otro partido, es decir, dejando para el día siguiente la negociación de cada una de las políticas que quieran implementarse.
Podemos y Ciudadanos tienen, pues, en su mano, sin traicionarse a sí mismos, y sin necesidad de entenderse entre sí en nada sustancial, la posibilidad de desbaratar el postureo del PSOE y la querencia del PP por el plano inclinado que, elección tras elección, le daría el Gobierno. Piénsenlo.
by Ernesto L. Mena
by Agustín Ruiz Robledo
by Maria Ppilar Larraona