Faltan 363 días para la siguiente celebración de esta fiesta. Hay distancia como para que se me perdone por unos y por otros lo que voy a decir. Porque lo que voy a decir es que la fiesta de la Toma me importa tan poco la Tomatina de no sé dónde, las Fallas de Valencia, los carnavales de Río o el día de Acción de Gracias de los estadounidenses: son cosa de otros.
Llegué a Granada cuando ya había sido tomada. Habían pasado algunos siglos, pero la impresión era la de un acontecimiento reciente. Entre mis amigos de Universidad estaban los llamados "moros notables": por lo general, guapos y cetrinos. Eran los más granadinos para mí, porque eran distintos; se parecían poco a mis paisanos de Úbeda. Del mismo modo, el Albayzín, la Alhambra, la Alcaicería me parecían la verdadera Granada, apenas disimulada por la Catedral, la Cartuja, la Chancillería, la basílica de las Angustias o de San Juan de Dios, la calle Ganivet o la Gran Vía, un escenario que parecía preparado para una procesión de Corpus. Granada apenas acababa de ser tomada por los míos, los castellanos, con sus Reyes Católicos, sus fueros y sus Partidas. Los "moros notables", sin embargo, no protestaban: habían aceptado la ocupación castellana, se habían adaptado a ella, y ocuparon puestos de relevancia en su estructura social. Nada sabía yo de los moriscos, que se acababan de exiliar, salvo alguna leve referencia descontextualizada en los libros de Historia del bachillerato, y una historia que me contaron sobre un barranco en la Alpujarra. Lo mismo ocurría con el Albayzín, la Alhambra y la Alcaicería: eran el fundamento de la ciudad, pero la entente era perfecta, y de pronto casi parecía que habían aprovechado el hueco que dejaban la Catedral, la Chancillería, el Ayuntamiento y otros templos.
Jamás me asomé al remoto punto de fricción del Día de la Toma: más que nada, porque un 2 de enero no se me ocurría estar en Granada. Siempre en Úbeda, o donde la familia me llevase. Es una tradición que conservo. Ninguna imagen guarda mi retina de esa cosa por la que periódicamente discuten los granadinos: acaso alguna fotografía en un periódico abandonado, al regresar después de los Reyes.
Hoy he pensado que no se trata de un desprecio, sino de pura discreción: yo vivo en Granada, pero no soy de Granada, y entiendo que "ellos" son quienes deben pugnar por la identidad de la ciudad, porque la identidad viene siempre de atrás, de cuando mi estirpe no estaba aquí. Desde luego yo no he encontrado el hilo que une la ciudad a ese momento (la Toma) como un momento fundacional: me lo impiden mis amigos los "moros notables", me lo impide el Albayzín y me lo impide la Alhambra. Yo sé, ahora, que los granadinos, mientras pertenecieron al mundo del Islam, no eran menos granadinos ni menos españoles que cuando Boabdil se marchó y los Reyes Católicos construyeron la Chancillería. Tan España era aquello (aunque se llamase Al-Andalus) como esto. Por eso la celebración del Día de la Toma se me antoja algo más parecido a un carnaval que a una fiesta identitaria. Y como los carnavales no me los tomo en serio, jamás se me habría ocurrido, en el improbable caso de haber estado en Granada un 2 de enero, ni participar en ellos, ni protestarlos con una pancarta.
Ya lo sé, están los significados, y está el debate de si las instituciones públicas deben celebrar una victoria en una guerra casi civil (la de 1492). He dicho que respeto la disputa, y que "ellos" tienen derecho a depurar sus identidades. Yo sólo afirmo que mi Granada, la que yo uso, se tomó a sí misma, y que su identidad tiene materiales acumulados con hechos y personajes que hoy no provocan una fiesta, ni un carnaval.
Dentro de 362 días volverá a ser 2 de enero. El Alcalde volverá a tremolar no sé qué Pendón castellano. Quizás desfile la Legión. Seguro que amigos con los que me entiendo mejor estarán celebrando, en lugar aparte, a Mariana Pineda. Seguro que habrá pitos y palmas, pero por la noche el carnaval habrá terminado, y esta magnífica ciudad seguirá siendo ella misma.
Miguel: pues yo, aunque, como bien sabes, soy criada en Ubeda, nací en Granada, en la plaza Bib-rambla (Bib al Rambla o puerta del arenal), como mi padre y mi abuelo paterno.
Siempre he pensado que la toma de Granada significó el fin de la invasión árabe de la península ibérica (no fuiste a las clases de historia en el instituto?) y creo que eso es lo que se celebra.
Nuestra península ibérica tuvo unos 8 siglos de ocupación árabe, y si no hubiera existido la reconquista, y la toma de Granada por los Reyes Católicos, igual hoy yo, como mujer, no estaría escribiendo esto, vestiría cubriéndome con velo, no trabajaría en el hospital, ni conduciría yo sola mi coche. Y quizás mi esposo tendría ya dos o tres mujeres más, porque estoy un poco vieja.
Y tu, ni con suerte serías lo que eres, pues todo lo dominaría la ley islámica.
Y eso, el que no seamos una península gobernada por la sharía, creo que es suficiente motivo de celebración.
Querida Esther: en el instituto, y sobre todo en la escuela, nos hicieron creer que aquí vinieron unos de fuera y nos echaron, y que luego volvimos nosotros para recuperar lo perdido, y eso no es verdad. Siempre hemos sido más o menos los mismos, gobernados por unos o por otros: Roma, los visigodos, algunas dinastías islámicas,, los Reyes Católicos, etc. Los que estaban aquí en esos ocho siglos de “ocupación” éramos nosotros. No hubo ocupación y reconquista, sino conquista y conquista (no vaya a ser que ahora los godos digan de “reconquistarnos”) ¿Prefiero la civilización y la cultura cristianas a la del Islam? Sí, claro que sí, sobre todo una vez que salió de los excesos de la Edad Media y la terrible Inquisición fundamentalista y comenzó a dialogar de tú a tú con la modernidad (e incluso a provocarla). ¿Lamento la conquista (no reconquista, definitivamente) por los reinos de Castilla y Aragón? No, no la lamento. ¿Debo, entonces, enarbolar la bandera de la Toma como festividad identitaria de Granada? Pues no sé si debo, pero no la enarbolo porque no lo necesito. Simplemente, dejo que los granadinos discutan entre sí de esa cosa tan sideralmente ajena a mí en tiempo, en espacio y en formas. Y, por supuesto, no miraré de reojo a quien vibre con el tremolar del Pendón, ni a quien se embadurne de tomate en la Tomatina….
Esther, para entender hasta qué punto España, y en especial Andalucía, es el resultado de la interacción entre tres culturas, te recomiendo que leas El puente de Alcántara de Frank Baer. Es un relato histórico fantástico y muy bien documentado. Somos lo que somos por esa convivencia entre judíos, árabes y cristianos. Durante siglos, árabes y judíos desplegaron una cultura mucho más rica y extendida que la cristiana. Las mujeres árabes leían, cosa que solo hacían los nobles cristianos. El fundamentalismo islámico vino después con la invasión de los moriscos del norte de África. Te la recomiendo, porque además de que ayuda a entendernos en muchas cosas, también nos ayuda a superar otras.
Creo que Marguerit Yourcenar puede decirnos algo sobre estos asuntos arábigos. Las palabras más bellas que puedan leerse sobre Andalucía y su historia , permitidme la cita, están en su ensayo “Andalucía o Las Hespérides”, incluido en el libro “El Tiempo, Gran Escultor” (Alfaguara , 1994).
Dejémosla hablar:
“ Algunos paises mueren jóvenes, o bien su desarrollo se detiene cuando aún son jóvenes. España jamás llegó a recuperarse de los dolores que sus aventuras imperiales le proporcionaron, ni del oro fácil del Nuevo Mundo, ni tampoco de la sangría que ellla misma se infligió al expulsar de sus venas hasta las últimas gotas de sangre judía o mora. Andalucía, sobre todo, sufrió mucho con esa especie de auto de fe perpetrado en honor del idealismo castellano de la raza.”
“Pese al breve hiato váandalo o visigodo, lo árabe en España se ha superpuesto de entrada a lo antiguo: el arte de una civilización para la cual todo detalle y toda geometría desembocan en la forma humana, se ve sustituido por un arte consagrado únicamente a la modulación de las líneaas que se estiran, se enlazan y se acarician, sin significar otra cosa que ellas mismas, música abstracta, meditación matemática eterna.”
“El arte gótico andaluz sigue siendo un arte militar, implantado por la Reconquista, suerte de monje armado. Cuando se convierte en indígena lleva inmediatamente el sello de manos mudéjares. Más liberal que la religión y las costumbres, , acepta las uniones mixtas y los secretos adulterios. La catedral de Sevilla, enorme fortaldeza de la fe católica, instala sus campanas en la Giralda musulmana y conserva, en lo más recóndito de si misma, su patio árabe de Los Naranjos”.
“Y empezamos a comprender lo que nos conmueve de ese pais (Andalucía), y que a veces nos sobrecoge: el contacto directo con la realidad, elpeso bruto del objeto, le emoción y la sensación fuerte y simple, antigua y siempre nueva, dura y dulce como la cáscara o como la pulpa de un fruto. Esta tierra tan encomiada se halla maravillosamente virgen de artificios literarios; ni siquiera le afecta el amaneramiento de aguno de sus poetas.”.
Pues bien, os diré que yo nací en Córdoba, en un barrio llamado El Campo de la Verdad, que en época árabe se conocía como El Arrabal de Sequnda. En él se partieron la cara Pedro I el Cruel y Enruque II de Trastamara, que defendía a los cordobeses. Está junto al rio Guadalquivir y muy cerca de la Mezquita, una vez cruzado el puente romano.
Sobre esa Mezquita, Marguerite decía que era “una de las más nobles meditaciones que se hayan hecho jamás sobre lo lleno y lo vacío, la estructura del universo y el misterio de Dios.”.
Córdoba fué una de las ciudades más importantes de Europa en el siglo X, y los omeyas crearon en ella la biblioteca más grande del mundo, con 400.000 volúmenes, como bien sabeis.
Todo ello, y otras muchas lecturas y vivencias, me han llevado a la misma conclusión que a Marguerite, es decir, que en ocho siglos de estancia árabe, todos mezclamos sangre visigoda, árabe y judía. No nos reconquistaron, en efecto. España era aquélla y es esta de 2017, pero culturalmente murió joven. Menos mal que aún puedes ejecutar el acto filosófico más bello, que es darle un beso y cogerle el culo a la mujer que amas en la Calle de El Pañuelo, en Córdoba, o en el Generalife, y sentirte una pareja real, de la dinastía que te apetezca.
El acto de la Toma me parece respetable. pero banal. Lo que siento es que no dediquemos más tiempo a defender nuestro inmenso patrimonio histórico y cultural , y que se tenga una imagen superficial y jaranera de Andalucía . La meditación sobre lo lleno y lo vacío, el peso en bruto del objeto, la música abstracta, deberían impulsarnos moralmente.
Muchas gracias a todos por los consejos de lectura! daré buena cuenta de ellos.
Respeto mucho a los historiadores, fundamentalmente por mi infinita ignorancia en esa materia; a pesar de ello, disfruto mucho leyendo esas historias más o menos noveladas (el Mozárabe, de Sanchez Adalid, oahora que estoy con los herederos de la tierra de Falcones), pero casi no me creo nada de lo que dicen, por que no estuve allí para comprobarlo. No obstante, con todas sus luces y sus sombras, la civilización islámica (ya sea la de ahora, los de los califatos de los siglos VII y VIII, el imperio otomano -el sitio de Viena!-, o los emiratos árabes de hoy), y sus normas o leyes positivas, me parece que no es buena , ni para mí -como mujer- ni para los míos.