Una nueva reseña-regalo he recibido esta mañana. Miguel Ángel Alcaraz Conesa (escritor, y colaborador literario en el diario "La Opinión de Murcia" y otras publicaciones) juega en ella con las sombras. Si, como decía un clásico, la luz es la sombra de Dios, entonces, ¿no será la sombra su reflejo? La Luna misma, ¿no es ella misma mera sombra que sirve para reflejar y causar sombras en la oscuridad de la noche?
"Escribo nada más terminar la novela, en la mañana que se ha colado entre las páginas finales en una auténtica carrera por desvelar un final que ya estaba apuntado desde muchas páginas antes. Porque esta novela es una farsa contada desde la primera página, en la que ya se apunta que va a hacer la confesión de un falsario. Falsos se hacen los olores y sabores que se destilan por algunos de sus capítulos, las luces que inflaman alguna tarde veraniega, o las de faroles que alumbran la noche de un patio en un cortijo en mitad de un extenso olivar. Andaluces de Jaén, cantaba un falso paisano –su Orihuela natal es la ciudad hermana que ha sido separada, la que se ubica en otra región por la falsa proyección de fronteras y límites artificiales–, tocayo de este Miguel Pasquau Liaño que tan falsamente nos intriga y nos reclama. Y yo quiero desvelar algo de esa falsedad de su novela, porque está hecha con palabras que no son más que la falsa representación de una realidad, todo ficticio, todo una historia infamante.
¿Qué es la palabra, sino la sombra en el fondo de la caverna? Platón era un poeta metido a filosofo y nos engaña con un juego de sombras, pero en el fondo es todo palabra, es justamente el reflejo, la proyección de unas sombras que produce el fuego en la boca de la caverna. Y esas palabras se deslizan como sombras de una procesión metódicamente organizadas. No, no quiero volverme y desvelar la auténtica realidad de ese falsario que es Marcos Fortuño. Prefiero seguir ensimismado sus desvelos, sus angustias derrochadas con magistral palabrería a lo largo de una novela sorprendente, hechizadora, pura magia.
Me ha encantado una genial metáfora metaliteraria. ¿Qué es la creación literaria sino una mera proyección de sombras? Significado y significante se alternan en esta novela hábilmente trazada, con maestría, con lujo de voces y de proyecciones. Porque el autor se sumerge en el mundo editorial, en el periodístico y en el político, con una habilidad que no puedo por más que reconocer y aplaudir. Utiliza personajes ficticios y reales y crea discursos, cartas, diálogos, sobre una historia completamente borgiana, fría y descarnada. Porque fría es la sensación que tiene el protagonista cuando ha de desprenderse de una piel usurpada; y descarnada cuando esa piel desprendida nos deja frente a la literatura pura, recreada, que hasta plagia a un Borges epistolar, puro humo y pura ficción.
Miguel, si esta reseña fuera mínimamente lo plausible que es tu novela, me conformaría y reconfortaría sólo con saber que sirve para que unos cuantos lectores de ésta, la buscaran, incluso a costa de tener que esperar unos cuantos días a que el librero de confianza la ponga en tus manos, y luego la devoraran con la pasión de un amante de la literatura. Hacía mucho tiempo que no leía una novela actual tan brillante y que ese autor fuera no sólo español y casi paisano –de este antiguo reino de Murcia tan extenso y encogido por la historia que nos hace hermanos de unos cuantos habladores de vocales abiertas– es, no ya un lujo, sino creo que además es un privilegio contar con su amistad, siquiera virtual, gracias a este grupo donde tenemos a unas cuantas y deliciosas amigas que calientan el fuego de esta caverna virtual y platónica".
"Casa Luna", de Miguel Pasquau Liaño, Ediciones Miguel Sánchez, Granada, 2016, con 260 páginas deliciosamente escritas.
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