La canción triste del 1º de mayo

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Los sindicatos murieron de éxito, y ahora se les echa de menos. Su función histórica consistió en generar un contrapoder que equilibrase el terreno de juego: tú tienes el dinero y la propiedad, y yo tengo la huelga. Yo necesito un salario, pero tú necesitas a un trabajador. Comprendieron que en el lado del trabajo no funcionaba aquello de que la búsqueda del interés individual conducía al interés colectivo, y se hicieron fuertes cuando fueron capaces de renunciar a la suerte personal buscando la colectiva: "esquirol" era el peor insulto posible, porque el esquirol traicionaba a los compañeros para salvarse provisionalmente a sí mismo.

Aupados por la lógica del marxismo y la épica del comunismo, auxiliados por la doctrina social de la Iglesia y coaligados luego con la socialdemocracia, pero sobre todo decididos a apostar con riesgos, los sindicatos supieron librar a la fuerza del trabajo de una lógica mercantil que conducía a contratos basura (no se llamaban así entonces) como resultantes de un juego falseado de oferta y demanda: escasez de empleo y abundancia de mano de obra. Hubo conquistas y retrocesos, pero poco a poco sus reivindicaciones básicas se convirtieron en ley, incluso en Constitución, gracias a un inteligente pacto social en el que todos renunciaban a algo menos de lo que ganaban.  Ese fue su éxito, su contribución histórica, y ahí comenzó su declive.

Los sindicatos pasaron a ser instituciones protegidas. Era el reconocimiento de su función histórica y la plasmación de un modelo que en sí mismo parecía virtuoso. Pero con el tiempo llegó la rutina, y pasaron a convertirse en gestores de parcelas de poder. Tampoco ellos supieron ver que sin una internacionalización (o al menos europeización) de los derechos de los trabajadores sólo quedarían nichos insostenibles que acabarían siendo percibidos como privilegios. El viento de la globalización financiera, las facilidades para la deslocalización y la apertura a la intemperie de sistemas productivos sin protección laboral hizo el desgaste. Y así, hoy, aspiraciones tan dignas como la reducción de la jornada de trabajo, la protección frente al despido, el salario digno, las cotizaciones empresariales a la seguridad social, e incluso la negociación colectiva, son percibidas como obstáculos a la creación de empleo, a la competitividad y al crecimiento. El dogma pasó a ser el de la "flexibilización" del mercado de trabajo, es decir, la vuelta pautada a la lógica del mercado en un ámbito en el que sin ley imperativa y blindada no hay acuerdo justo.  Intentaron resistir remando contra corriente, pero pueden más las compuertas de los embalses y pantanos, que regulan los cauces que van a dar a la mar de la precariedad laboral.

Cada primero de mayo salen banderas, pitos, pancartas e incluso globos a la calle. Cada vez más me parece una especie de fiesta oficial de la nostalgia, algo así como el día de la Patrona. Cada año me pregunto dónde se estarán fraguando los sindicatos de mañana. Los de ayer fueron heroicos e imprescindibles, pero hoy hacen falta otras formas de sindicación que no acabamos de imaginar. El Estatuto de los trabadores cada vez más se reduce a una máxima: "sálvese quien pueda". ¿Dónde están los nuevos pozos y manantiales de solidaridad? Todos somos un poco más esquiroles.

2 Respuestas

  1. Me entristece la situación de los sindicatos, aunque gran parte de la culpa la tienen ellos; se aburguesaron, prefirieron vivir del cuento, no han resultado ejemplares en muchos casos y luego han tenido una campaña de desprestigio de la que, repito, en gran parte son responsables, pero que podrían haberse hecho a otras organizaciones o colectivos. Sólo hay que recordar que grandes logros -que ahora se tambalean- existen en España gracias a los sindicatos. Igual ese modelo está desfasado. Igual por la necesidad de unos y la codicia de otros, vemos un modelo socio-laboral cada día más deteriorado y en el que los sindicatos tienen escasa cabida. Exigen un protagonismo institucional en las relaciones laborales cuando el protagonismo debe estar abajo, pienso.

  2. Estimado Miguel:

    Todo escrito que se inicia con un muerto es bien un acta de defunción, bien un epitafio sepulcral. Pero si a continuación del difunto se anota que se le echa de menos en pleno aniversario de su deceso, el escrito adquiere tinta de plañidero secular en los baños-WC del coliseo de gladiadores «middle class» con capitalistas de propiedades, marxistas, comunistas y esquiroles de por medio…

    Ciertamente es lamentable porque el propio lamento así lo atestigua en sesión matinal del broadcast paramount channel de un sepelio atiborrado de buenos, malos y traidores… solo falta el ambigú del intermedio con pipas y cocacolas para alcanzar el éxtasis de la verdad iluminante; aquella que también asciende a los cielos.

    Y es que todos los muertos adquieren el derecho a la eternidad por la vía subterránea, excepto uno que resucitó y de inmediato se volatilizó hasta las alturas con tal grado de misterio que desde entonces se crearon iglesias para pedirle que revele el secreto de su pócima en forma de ostia sacramental.

    Nadie echa de menos a un muerto debidamente enterrado, entre otras razones porque la simple idea del «come back», resulta ya aterradora en vida, cuanto más proyectada sobre difuntos creando todo tipo de fantasmas y zombies insalubres.

    ¿Por quién lloras Miguel; por los capitalistas, por los empresarios, por los rentistas, por los funcionarios, por los directivos, por los operarios, por los precarios, por los explotados, por los autónomos, por los empleados de las pymes,… o por las amas de casa…?

    En nuestra España de hoy, nadie echa de menos nada que no tuvo; mucho menos aquellos que tuvieron y mantienen pertenencias. Y los que tuvieron y ahora no tienen ya saben que chuparon del bote en igual medida que aquellos que mantienen pertenencias, por lo que si se lamentan es porque no saben dónde se encuentra su oficina de objetos perdidos.

    Los sindicatos no son nada si no son creación de los trabajadores. No son instituciones que se crean por decreto sino que son flores de un jardín bien abonado. Y cuando un bonsai se atrofia, mustia y languidece es que la tierra que lo abastece carece de nutrientes.

    Como acta de defunción tu escrito llega un poquito tarde, y como epitafio describe una historia buenista sobre un difunto meritorio con un final dramático que invoca imprudentemente a la misma resurrección del occiso.

    Realmente tu escrito es ciertamente aterrador, Miguel, invocando macabramente –en el mismo día de la patrona–, a las fuerzas del más allá en un aquelarre narrativo rayante al vudú con sangre de esquiroles despellejados a la vinagreta.

    El problema somos nosotros, no “ellos”; somos los “nuestros” excluyentes y acaparadores que excluimos a los otros “ellos”, por doctrina juristórica y rutina consuetudinaria. Es decir por Cultura mandobediente….

    Y en esa Cultura no hay muerto que resucite, ni difunto que se eche de menos, sin antes pasarlo por la trituradora para tinta de imprenta y cánticos parroquiales con escapularios y reliquias para el mercado de los souvenirs…

    Por cierto Miguel… a ver cuando abres tu congelador, sacas el fiambre que allí metiste, y le das vida al debate pendiente desde antes de la semana de pasión; que ya van subiendo las temperaturas y conviene terminar los relatos y/o cuentas pendientes…

    Paz y bondad en este mayo florido que todo buen gobierno manda disfrutar…

    Un saludo

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