Cuando Rajoy solicitó al Senado la aplicación de lo dispuesto en el artículo 155 con una serie de medidas propuestas por el Consejo de Ministros, Puigdemont acababa de declarar la independencia de Cataluña sobre la base de un referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional que se convocó con arreglo a una Ley que también había sido suspendida, y al que, más que legítimamente, no se sintió llamada la mitad de la población de Cataluña. Esa solicitud vino precedida de un requerimiento efectuado a Puigdemont que no fue atendido. Se trataba de una situación de extrema gravedad constitucional que en mi opinión justificaba acudir a ese recurso excepcional previsto en la Constitución. Es cierto que pueden discutirse algunas de las medida que se adoptaron, como es la de cesar al Presidente de la Generalidad y a sus consejeros, cuando el párrafo segundo del 155 lo que prevé es "dar instrucciones a las autoridades de la Comunidad Autómoma", pero esa cuestión, de no poca complejidad interpretativa, está planteada ante el Tribunal Constitucional, que deberá pronunciarse en su momento.
Lo cierto es que las medidas aprobadas por el Senado se ceñían a un ámbito temporal y a una finalidad bien definidas, lo cual fue bien aplaudido en su momento. Se trataba de convocar elecciones autonómicas (con disolución, obviamente, del Parlament), y el control de la comunidad autónoma duraría hasta que tomara posesión el nuevo Gobierno resultante de esas elecciones. Esto no parece que ofrezca dudas interpretativas: una vez tomada posesión, las excepcionales medidas en aplicación del 155 han concluido.
Albert Rivera ha iniciado una campaña a favor de la "extensión" del 155, en el tiempo y en las medidas a adoptar. Políticamente va a encontrar apoyo en buena parte de los ciudadanos españoles. Lo sabe. Lo imaginamos todos. También sabe -imagino- que esa "extensión" automática no es posible, porque lo concluido no puede extenderse, y sobre todo porque algo tan excepcional como es suplantar a autoridades democráticamente elegidas conforme a la ley requiere sus procedimientos, también excepcionales. Si de nuevo hubiese incumplimiento de las obligaciones o atentado grave al interés de España, es claro que sería constitucionalmente posible "reiniciar" el proceso, volver a requerir al Presidente de la Generalitat, solicitar autorización al Senado para unas medidas bien delimitadas, y aprobación por éste por mayoría absoluta. Rajoy esto no lo descarta: incluso ha advertido de esta posibilidad ante el discurso de investidura de Torra, que aludía al cumplimiento del inexistente "mandato del pueblo catalán" del 1 de octubre (es decir, la reincidencia en un error político de primera magnitud, en mi opinión). Pero da la impresión de que a Rivera este matiz (me refiero a la imposibilidad legal de una prórroga del 155) le da igual. Es un matiz que le estorba. Es muy difícil pensar que no se trata sino de una desleal estrategia electoralista, aunque sé que esto es un juicio de intenciones. Rajoy, que es el competente para tomar este tipo de decisiones, no puede hacerlo al margen de la Constitución. Rivera sí puede proponerlo en varias plazas de España, como parece que va a hacer, y reforzar la impresión en muchos de que Rajoy es débil, no se atreve, o está atado por el PNV.
Sería bueno recordar que de momento el Parlamento de Cataluña ha elegido al presidente que le ha dado la gana. No es necesario que ese presidente sea aprobado por "Madrid". No basta que se piense que su discurso o su ideología son contrarios gravemente al interés general de España para cesarlo. Y menos aún tiene sentido decir, como dice Rivera, que se hace para "garantizar los derechos de todos y cada uno de los catalanes", cuando parece indiscutible que la gran mayoría de los catalanes (de momento todas sus fuerzas políticas salvo Ciudadanos) no está por esta extensión del 155.
Puede ocurrir que el nuevo gobierno de Cataluña tenga una retórica "republicana" y "primerooctubriana" pero adopte decisiones dentro de su marco competencial. En tal caso, cualquier político y cualquier tuitero podremos criticar esos discursos, podrán también criticarse desde la oposición catalana las decisiones (leyes, resoluciones) que se adopten y no gusten, o incluso las que no se adopten; podrá también criticarse a TV3, a maestros, a curas y obispos, y a las iniciativas de Ómnium o de Asociación Nacional Catalana. Faltaría más. Pero nada más. La extensión del 155 en tal caso sería una operación inconstitucional contra una comunidad autónoma, un atajo al margen de la ley, y estoy seguro de que así sería declarado por el Tribunal Constitucional. Rivera sabe que Rajoy no puede hacerlo, pero quizás se trata de ocupar posiciones retóricas.
Puede también ocurrir que alguna de las leyes o decretos que adopten el Parlament o el Govern parezcan inconstitucionales. En ese caso, se habrán de interponer los recursos pertinentes ante el tribunal constitucional, quien tiene potestad para acordar la suspensión de dichas leyes o decretos.
Puede, por último, que las autoridades catalanas no respeten las decisiones del Tribunal Constitucional en aspectos que sean considerados graves y atentatorios contra el interés general de España y vayan suplantando competencias que la Constitución atribuye al Estado e implementándolas de manera costosamente reversible. En ese caso, el Presidente del Gobierno de España tendrá toda la legitimidad constitucional para iniciar el procedimiento de aplicación del 155, diseñar nuevas medidas en función del nuevo escenario, y solicitar su aprobación al Senado.
La estrategia de Rivera debería hacer pensar a Rajoy. Rajoy podría hacer de la necesidad virtud y, dando por perdida la batalla en una franja del electorado proclive a cualquier demostración de fuerza del Estado en Cataluña, pasar a la ofensiva con un discurso de Estado y con iniciativas políticas audaces, hasta ahora inexploradas, para enfrentar de otro modo la tensión entre el conjunto de España y una parte de una comunidad autónoma. No es tan difícil. No puede serlo. No me refiero a "contentar" a los independentistas, ni a convencerles de nada, sino a partir de premisas consistentes que susciten un consenso (¡entre españoles!) duradero por racional y que superen los puntos más débiles de la estrategia seguida hasta ahora. Si Rajoy "compra" el discurso de que esto es cosa de TV3 y de adoctrinamiento en las escuelas catalanes, o que es cosa de una élite de políticos catalanes dispuesta a tapar sus casos de corrupción o su inoperancia en la gestión, entonces sin duda acabaremos en un 155 repetido como el día de la marmota hasta que algo se rompa definitivamente (España, o la democracia). Pero Rajoy, Rajoy mismo, tiene la oportunidad de sorprendernos a todos y "hacer un Suárez". Ojalá sus consejeros pudieran convencerle de que no seríamos pocos los españoles que aplaudiríamos esa deriva.
Hola, se agradece el tono. Como catalana se lo digo. Respeto su opinión y la comparto al 80%, pero solo quería añadir un matiz. Usted dice que el Parlament ha elegido al President que le ha dado la gana y no es cierto. Teníamos a Carles Puigdemont y el TC no permitió que la mayoría parlamentaria le votara. El plan B no fue autorizado a salir de la cárcel (creo que injustamente). Al plan C lo encarcelaron entre el primer y el segundo debate de investidura. Al final el cuarto ha podido ser investido. Podemos decir que es el President que nos ha dado la gana? Yo diría que no.
Salvo este matiz, entiendo que usted no es independentista, faltaría más, pero quería aprovechar para decirle q siempre, cuando la furia se hace insoportable, para mí leerle es recuperar la confianza en el ser humano. Y se lo dice alguien que es independentista desde que tiene uso de razón. Muchas gracias por ello.
Bien razonado legalmente, Miguel. Mi opinión es que alguien, cuya identidad desconozco pero con mucho poder disuasorio, ha provocado el nombramiento de un individuo como Torra , francamente majadero en su ideario. La comedia es que éste producirá nuevos actos radicalmente ilegales, que se aplicará un nuevo 155 y que el independentismo quedará dañado de manera muy radical y bastante definitiva, añadiéndose además la cárcel para los rebeldes. Rajoy siempre actúa igual: provoca que los demagogos, los listos , los separatistas, los vendedores de plurinacionalismo confederacional, se quemen ellos solos.
Como es lógico, el independentismo catalán no es un fenómeno simple. Tú coges a un catalán independentista y le dices: hola, buenos días, permítame que le diga, con el mayor respeto, que si usted quiere proclamar una República, debe hacerlo a través de los cauces previstos en la Constitución, porque todos estamos sujetos a la Constitución, y el argumento le suena a chino. Te trata como a un chino, aunque sin negarte los buenos dias, y ese es su problema psicológico. La solución, por tanto, es radicalidad absoluta en la aplicación del derecho. No hay otra salida. Y naturalmente, a efectos sentimentales y de nación cultural, que el Estado garantice que una Comunidad Autónoma como Cataluña tenga siete mil quinientas cuarenta y dos maneras de cuidar su propia lengua, su patrimonio histórico y las especificidades gastronómicas, futbolísticas, artísticas, turísticas o gentrificacionales que tenga por conveniente adjudicarse. Estuve en el Museo de Dalí y salí anodado, un bestia genial y único.
Como diría Don Antonio Mairena, pura cultura bíblica:
“Una ves que te dije:
peiname, Juana,
me tiraste los peines
por la ventana.”