Nunca encontraría el verano de mi vida si lo buscase en horizontal, recorriendo mentalmente los años de la infancia, de la adolescencia, de la juventud o de la madurez. No lo encontraría, porque el verano está hecho de momentos cosidos unos con otros fuera del orden natural del tiempo, y sólo puede encontrarse ahondando. Ocurre como en la felicidad: cada momento de felicidad es el recuerdo de una felicidad más antigua. Nunca se estrena. El tiempo de la felicidad y del verano es el tiempo de la memoria: desordenado y desobediente, capaz de llevarnos más atrás, y más atrás, en un vértigo que acaso acabaría en algún instante de la infancia de un antepasado que ha sabido colarse por las grietas de la herencia entre generaciones, despistando al otro tiempo, el de la muerte.
Puede ser de noche, en una terraza, mientras todo está dormido salvo los grillos y las lechuzas, tal vez después del paso de una estrella fugaz. O puede ser a las tres de la tarde, en una plaza ancha y sin nadie, aplastada por la luz del calor y sólo removida por ruidos de tenedores o de siesta en el interior de las casas en sombra. Suele ser a primeros de agosto, justo ese día que no sabes si es lunes o jueves, día 6 o día 8, sólo que es agosto y falta mucho para empezar a pensar en septiembre, porque la sucesión de días y noches se ensimisma y parece no mover las hojas de un calendario antiguo que se quedó quieto. Llega entonces ese momento inconfundible, una especie de agujero del tiempo que consigue que yo no tenga edad, que mis muertos estén aquí jugando con mis hijos al mismo juego, que todo se mezcle prodigiosamente en algo demasiado parecido a la eternidad. Es verano cuando de pronto el tiempo se asemeja a un estanque ancho y quieto, y no a un río diligente en busca de algún mar.
Es entonces cuando te das cuenta de que sólo es verdad lo que ocurre en verano. Porque el verano va recogiendo elementos con los que compone una pequeña eternidad. Pero la eternidad del verano sólo se percibe en algunos instantes fugaces que arrastran impetuosamente veranos antiguos apelmazados y que te hacen saber que estás vivo desde hace miles de años. El verano que cada verano quiero volver a vivir está hecho de momentos. Un tren atravesando un paisaje de luna, una tumbona al atardecer, los ecos de los protagonistas en la pantalla inmensa de un cine al aire libre, las zapatillas blancas estrenadas en junio, una ventana abierta en la noche de insomnio sin despertadores avanzando, el vestido alegre de una mujer, una charla en una terraza entre risas quedas de madrugada y ladridos lejanos de perro, una mañana fresca con luz limpia y ángulos recortados de sombra, el mediodía fulminante, la tarde lenta con ruido de chicharras, el atardecer amable de pájaros divertidos persiguiéndose entre las torres, la noche sugerente de estrellas que hablan y aviones que pasan. O aquella casa de un pueblo de Valladolid, que ahora parece clausurada para siempre, pero que de pronto se abre con todos los momentos definitivos de verano que albergó. Ese es el verano de mi vida: el que vuelve una y otra vez y nunca se ha ido del todo. El que acaso dentro de muchos veranos recuerden mis hijos sin ni siquiera darse cuenta.
En principio pensé que alguno de tus antepasados tuvo algún tipo de relación con Santa Teresa de Jesús que también gustaba de la verdad eterna, pero luego recordé al poeta de la amargura Philip Larkin y su última novela “la chica del invierno.”
Aunque si bien lo que recuerdo mejor son los famosos versos de Larkin tan analizados por el conocido como el Freud reinventado; Richard Rorty:
«… Y una vez que has recorrido la extensión de tu mente, lo que gobiernas es tan claro como un registro de cargas; no debes pensar que alguna otra cosa existe.
¿Y cuál es el beneficio?
Sólo que, con el tiempo, identificamos a medias las ciegas marcas que todas nuestras acciones llevan, podemos hacerlas remontar a su origen.
Pero confesar, en aquel descolorido atardecer en que nuestra muerte empieza, lo que era, difícilmente satisfaga, porque se aplicó sólo a un hombre una vez, y, a ese hombre, agonizante. »
FIN DE LA CITA.
A mi modo de ver resulta espectacular la marca de tu texto, la incesante búsqueda del origen donde reside la eternidad…
¡Hombre!… buscar a Dios a 50 grados, no es quizás lo más apropiado, por eso recordé a la “chica del invierno” que es mucho más sideral…
Más que a Larkin te recomiendo a Rorty y su clásico «Contingencia, Ironía y Solidaridad»… puro ibuprofeno para los Estados Mentales recalentados…
Un saludo.
Como bien sabeis, el horreo es una construcción gallega destinada a almacenar y secar los cereales, bien ventilada, que se eleva sobre el terreno para evitar la humedad y la acción de los animales. Algunos están protegidos como monumentos históricos. Yo descubrí un maravilloso horreo en un mes de Agosto cerca de Santiago de Compostela y casi fue el verano más feliz de mi vida , si no fuera por los veranos que también he disfrutado con la familia en Sanlúcar de Barrameda.
En cuanto llega Agosto, subo a mi horreo, reproduzco las cintas de pelicula de mi antiguo tomavistas llenas de episodios familiares felices, evito la humedad de algunas micciones editoriales y me niego a escribir en profundidad y a que me moleste ningún animal, ya sea un prosaico vendedor de camisetas llamado Pedro Sanchez, o un fascista de manual llamado Torra, o un investigado ilegalmente prospectivo víctima de la jerga judicial llamado Casado, o una mujer de derecha extrema llamada Carmen Calvo, ¡ digo, Calvo no, Cospedal, por favor ¡ , ni cualquier otro argumentarista “nueva época” de esos que cobran 3,65 euros por folio.
Mde gusta el relato sustantivo del verano que hace Miguel. Si me permitís un consejo, bucad en You Tube, Agro de Cantona, una maravillosa casa con horreo, once mil m2 de parcela. Cerca de Santiago. Creo que la siguen alquilando. Ahí está vuestro horreo y cabe toda la familia. Una bestialidad filosófica.
Jajaja… Bravo Anónimo!!!
Como bien sabes los burros son también criaturas felices que no necesitan de construcciones gallegas para alcanzar el éxtasis aislándose de los demás animales de la creación. Muy al contrario, se quejan de alucinaciones divinidosas en esos horreos gallegos que separan el trigo de la tierra con cualquier clase de aires en la Galicia de los charlines…
Alucinaciones no de ellos, sino de aquellos hijos de Dios de lengua fácil y cerebro plano que sin ver profundidades las presienten misteriosamente y califican a sus moradores de vendedores de camisetas, fascistas, mujeres de derecha extrema y argumentaristas de medio pelo.
¡Menuda queimada de termomix que te cueces Anónimo!
No conozco ningún burro que use sus neuronas en menesteres tan afrodisiacos como el verse a si mismo en pretéritas películas de tomavistas ciegos para confirmar en la oscuridad de un horreo alquilado la eternidad de 8 mm.
Ya creo que te guste lo sustantivo, lo adjetivo, el verbo y el predicado… ¡Vamos! La gramática en pleno con Real Academia y diccionario al completo…
Tu mística de superficie me fascina, aunque no comprendo que tengas que elevarte a un horreo con propulsión a chorro queimado para alcanzar tu verdad. ¡Si siempre la llevas contigo 24/365 año tras año en servicio más permanente que el del Samu!
Yo sin embargo soy animal de profundidades, y recuerdo que algún día incluso me diste nombre, pero como soy amigo de la mujer de derecha extrema y también de su sociólogo ex–marido me voy a quedar en el centro para no generar tsunamis…
Sin embargo, aprovecho la ocasión para responder aquí mejor la cuestión planteada por Diana en el post anterior fijando una perspectiva que bien une los dos posts de nuestro callado, y tolerante, anfitrión de este balcón; el amigo Pasquau
Fíjate aquí Diana en la propia dualidad de Pasquau
Por un lado, como escritor, y místico religioso, profundamente creyente, su pensamiento privado limita la libertad –la petrifica diría yo–, a la verdad fundamental que gobierna el universo; aquella que Pasquau cree firmemente que creó el mundo y define su esencia.
Consecuentemente su misticismo en “el verano en un instante” (que viene de su novela “Cuando siempre era verano”), muestra su poética búsqueda de ese encuentro entre su origen (en retorno genealógico más allá incluso al origen de la especie), y su ser actual.
En mi opinión el texto (marcadamente Freudiano con la infancia), busca la eternidad del origen fundamental; el punto de contacto del autor con el creador en el instante que define todas las causas de la creación; el instante desde el que el autor mismo se siente como efecto de la creación.
Lo que late en el texto son preguntas tales como ¿Por qué yo? ¿Quién soy yo?
El texto busca la causa de su propio secreto emplazándola en la tensión entre la contingencia de su existencia particular y la universalidad de su continuidad genética.
Tensión clásica y reconocible desde Hegel y Nietzsche toda vez que consiste en la misma estrategia reiterada de sustituir un relato de relaciones contingentes por la narrativa intemporal de una sustancia unificante, eternamente presente, completa en sí misma, y de carácter universal. El fogonazo del que habla el peregrino de S. Ignacio de Loyola…
Lacan habla, por el contrario, de la sustancia gozante. Otros hablan incluso del instinto de vida wagneriano, y muchos de la sustancia cósmica en su unidad y su potencia y cuyo carácter fundamental es la necesidad.
Por otro lado, como juez; corrige/sanciona las posiciones antagónicas a la verdad oficial, aún sin correspondencia alguna entre verdad oficial y verdad fundamental.
Su oficio consiste en vigilar que lo público se corresponda con la voluntad del consenso legislativo, y además ostenta la potestad de sancionar toda desavenencia.
Pero el legislativo no es el creador del conjunto social, ni siquiera con la potente metáfora del mandamiento constitucional, mucho menos en el formato de democracia liberal.
Consecuentemente el legislativo no es causa, sino efecto; no es creador, sino gobernador de ínsulas, que gobierna el tráfico social.
Así las cosas, la verdad oficial gobierna lo público mientras que la verdad fundamental es una convicción privada de Pasquau que gobierna su particular estado mental.
Ahora veamos el caso de la polémica Ley del 11 de abril de 2011 de Nicolás Sarcozy que prohíbe el uso del velo islámico en Francia. Ante esa prohibición con multa incluida aplauden los conservadores franceses que se sienten cada vez más extranjeros en su propia Francia. Sin embargo, gran parte de la intelectualidad francesa critica fuertemente la medida desde una perspectiva inclusivista y de defensa de las diferencias, percibiendo la Ley como un atropello a la libertad de culto y de construcción de la identidad que dice defender el liberalismo.
¿Son los musulmanes antagónicos de la verdad fundamental de Pasquau?
John Rawls, en su “Teoría de la justicia” establece los límites de la libertad para la preservación de una sociedad liberal.
El problema es el criterio que justifica dónde, cómo y para quienes, esos límites se levantan sin castrar el pluralismo de una sociedad constituida por ciudadanos diferentes de origen, de pensamiento, cultura, religión, ideas políticas, color de la piel, trabajos, ingresos, sexo, edades, etc, etc.
La cuestión se reduce finalmente a la racionalildad –o no–, del derecho a gobernar lo público (lo diverso, plural y multilateral) desde una convicción privada privilegiada; sea la verdad fundamental del Sacro Sepulcro de Jerusalén o la de la Meca; sea blanca, negra, amarilla. Provenga de estados Unidos, Rusia o china. Sea neoliberal o comunista.
Una sociedad democrática debe fomentar el florecimiento de ciudadanos liberales tolerantes y amantes de la diversidad. Ciudadanos abiertos que crean y reconozcan la ventaja de vivir en una sociedad democrática que produzca individuos demócratas, no que reparta privilegios de verdades excluyentes mediante el secuestro de lo público por convicciones privadas sean de carácter mayoritario o minoritario, o simplemente idiotas iluminados.
El derecho democrático es el derecho a diferir sin excluir a nadie (no simplemente a opinar diferente); el derecho a una sociedad armónica inclusiva para todos sin distinción ni privilegios de convicciones, capacidades económicas o de estatus social.
El derecho a concebir la libertad como reconocimiento de la contingencia.
El Poder Judicial español que venera en sus palacios públicos la memoria de un garrote vil nunca puede ser la solución, sino que es, claramente, parte del problema.
Yo no necesito defender a Carmen contra las burradas de Anónimo. Me basta, en este estadio, que anónimo lea este comentario y él mismo regurgite sus propios vómitos.
Un saludo.
¡Eppur si muove!
Tardar una vida en aprender a leer para escribir trozos de imaginación.
Que te parece?
Una parra que protege un patio de piedra
mientras un gato te salta a los ojos desde el quicio de la puerta y las celindas blancas!
Te insisto, Aramis, estoy servido en el asunto de la instalación del aire acondicionado. No me mandes más propaganda, y te agradezco tu información sobre financiación, aunque es mejor la que me ofrece el Santander para estas cosas del hogar. Creo que eres un buen vendedor y que tu empresa, al final, te premiará. Creo que te he atendido correctamente.
En cuanto a tu comentario del burro del horreo, jajajajja, siempre te pasa lo mismo: te miras al espejo por la mañana y te sientes triste y anodino contigo mismo.
Pero insisto: tu empresa te premiará. Tenlo por seguro.
Un saludo cordial siempre.
Bravo anónimo… Celebro que pienses
Un saludo
Verano eterno y otoño del mannenken pis flamenco…
jajajajajajaja …
El belga promete… Literatura de la buena…
https://m.eldiario.es/zonacritica/Rescatando-Llarena_6_804979502.html
Espectacular lección de Carmen… ” Una frase no es un ataque al Estado”…
Una brisa de sentir común..
¡¡¡Eppur si muove!!!!
Un saludo
Estimado Miguel de silencios eternos, creo que te debo una explicación en torno a nuestras diferentes ideas de libertad como metáfora y libertad como acto…
Siento mucho ver tu peligroso balcón plagado de solitaria hojarasca traída con ilusión a un balcón de virtualidad peregrina…
Pero los pájaros libres volamos incluso por delante del cazador y del trampero de campo.
La libertad tiene su alegría incluso delante del pelotón de fusilamiento de Macondo.
No olvides que ningún auténtico libre juzgará nunca a otro libre porque siempre es más interesante aprender a volar mejor.
Los silencios pertenecen a la oscuridad del que calla. No son transitivos, sólo invitan a la reflexión al igual que toda metáfora de pájaro soñador
Yo no soy libre por ser la causa de mis actos: No, no, nunca.
Muy al contrario, YO soy libre porque mis actos me constituyen en persona capaz de convertirme en la causa de mis propios actos.
Mi libertad no se fundamenta en la obediencia a las precondiciones a priori de la razón formal (Kant), lo que, en sí mismo, es una pura castración del principio de autonomía (La vitrina del TSJA)
Mi libertad parte de mi porque trato de eliminar mi propia impostura fundamentando mis actos en la racionalidad, el diálogo y la honestidad intelectual y moral.
¡¡¡ Eppur si muove!!!
Un saludo
Querido Miguel:
Tu balcón peligroso sigue siendo tuyo, y aunque no lo parezca yo no pienso mudarme de ocupa a peligros tan comprimidos…
Aunque si puede ser que de una u otra forma literaria, más antes que después mi olivo dará frutos … y aunque en mi paraíso no hay peligrosas serpientes seductoras… si que tengo amigos editorialistas diversos, además de blogs y seductores blogueros amantes de la buena literatura…
Y, es que «los calores de Agosto», a diferencia de los idus de marzo traen una intemperie contingente de fermentación de panes y peces con proyectos literarios bajo las escamas curtidas por todo tipo de papiloma ad hominem…
Así pues, el caloret andaluz en la soledad ocupa de tu balcón virtual frondoso de peligrosos instantes comprimidos me está alumbrando una versión andaluza del muy alemán Michael Ende: DIE UNENDLICHE GESCHICHTE… («The neverending story», o «La historia interminable»)
Algo así como: EL INSTANTE INTERMINABLE; memorias de agosto del ocupa Aramis ordeñando la cabra macho en el balcón más peligroso de Granada…. (¡Mulgere hircum!)
Jajajaja… creo que podría hacer algo divertido, aunque medirme con el compañero cañalla de Colombia me resulta un reto literario gigantesco…
Yo soy más practicante de artículos, ensayos y análisis sesudos. De ahí que mi gran defecto literario sea la honestidad y la lealtad a la coherencia del realismo racional… pero mi vida ya es contingente… Así que… ¡todo es posible!
Y además en Andalucía no vendría mal romper vitrinas distópicas por la senda de Cervantes, cruzándola con Márquez para sacar adelante un género literario próximo al realismo mágico de nuestros tan puteados amigos latinoamericanos.
Ya te dije que lo silencios fecundan si uno aprende a oirlos…
Y como me dijo un amigo transeúnte de caminos y acequias: … «El balconing es un deporte que no entiende de la gravedad de Newton y practica ciegamente la ley Aristotélica de que todo cafre tiende a su sitio prescindiendo de las escaleras. Sin embargo, las alas las inventaron los libres para volar desde los balcones más inexpugnables y peligrosos: ¡Aprender da alas!… Chaval !!!…» (fin de la cita)
Saludos cordiales
¡¡¡Eppur si muove!!!