Pues no, no voy a criticar a Rivera por elegir Alsasua para celebrar un acto de "España ciudadana" en apoyo a la Guardia Civil. Los motivos de esa elección son tan evidentes, que sólo cabe decir: "tiene derecho". No engaña a nadie. No hay trampa, porque las trampas, para serlo, requieren algún truco escondido, y en este caso no parece que se haya escondido nada. Por notorio. Como él dijo, no tienen que pedir permiso a nadie (salvo, naturalmente, a las autoridades gubernativas pero sólo para disponer la organización del acto) para reunirse en una plaza pública. Cada vez que lo hacen y que se lo discuten con bronca, ganan, porque en efecto tienen derecho, y los derechos están para usarlos.
Por el otro lado estuvieron a punto de hacerlo magníficamente. Según las informaciones de algún periódico (no de muchos), la asociación de vecinos de Alsasua organizó una fiesta "lúdica y cultural" en paralelo, algo distante, con la intención de no caer en provocación alguna y no regalar a "España ciudadana" la escenografía del acoso de "los malos". Lástima que no hubiesen ido más allá, y que no les hubieran invitado a sumarse a la fiesta una vez acabado el mitin. Lo mismo aceptaban. Quizás no: en ese caso, se acaba el acto, y sigue la fiesta.
Pero la tentación es la tentación, y algunos alsasuarras no pudieron resistirla. Y allá fueron comme prévu, donde estaba la televisión: gritos, alguna pedrada, pancartas insultantes. Ya está, todos contentos: han salido en la televisión. De no ser por estas decenas de "provocados", las crónicas del día siguiente habrían sido más sosas, y nos habríamos perdido el artículo de Cayetana Álvarez de Toledo sobre "La escatología del PSOE en Alsasua" (qué bien escribe, lo digo en serio, aunque es verdad que en este caso al servicio de un relato anunciado). Todo habría quedado en un mitin, una fiesta, y mucha policía desplegada en vano. Bueno, y unas campanas.
Lo de tañer las campanas durante el mitin tuvo su gracia, aunque fuera violencia sónica y pese al disgusto del párroco, que tuvo que aclarar que no fue culpa de Setién, porque fueron unos jóvenes quienes organizaron ese castizo sabotaje.
No debió pasarse de eso: un mitin, una fiesta y unas campanas. Quienes gritaron y tiraron piedras cometieron dos errores en uno: el primero, muy obviamente, no respetar al prójimo; el segundo, la estulticia de prestarse como figurantes en el guión escrito por sus adversarios. A dicha estulticia debe añadirse la de un dirigente del PSOE, que va y dice que el acto de Rivera fue una provocación. Ese dirigente me recuerda a aquel pintor Orbaneja, de Úbeda: no debía ser muy diestro, porque como contaba don Quijote a Sancho, "si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: 'Este es gallo', porque no pensasen que era zorra".
No es provocación ir a decir lo que se piensa en lugares difíciles. Muy al contrario: falta haría, porque últimamente parece que cada cual habla para su burbuja. Aunque una cosa es hablar a tiempo y a destiempo, y otra el exhibicionismo en dosis superiores a las habituales. Cuidado con eso, puede que empiece a cansar. No es exactamente lo mismo ir a Alsasua que instalar en Alsasua un plató de televisión. Cierto que este defecto está bien repartido.
[P.S.- Entre tanto, un asunto sigue sub iudice: el de la calificación de los hechos acaecidos en Alsasua hace dos años. Los acusados no fueron condenados por terrorismo, como solicitaba la acusación, pero sí a penas de hasta trece años por la apreciación de importantes agravantes que la defensa discute. Hay un interesante recurso ante la sala de apelaciones de la Audiencia Nacional, y probablemente desembocará en un recurso de casación ante el Tribunal Supremo. No está todavía decidido, pues, que los acusados hirieran a los guardias civiles y sus esposas "por ser guardias civiles", ni desde luego "para liquidar el Estado", como se dijo en el acto del sábado].
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