Cadena perpetua

Ya están otra vez con lo de la cadena perpetua. La piden los padres de otra asesinada. La apoyan más de un millón de firmas. Y de ese zarandeo algunos políticos quieren obtener frutos electorales: ¿qué hacen, si no, posando junto a esos padres y junto a esos pliegos de firmas? Es verdad que estos políticos no hablan de cadena perpetua, sino de prisión indefinida revisable, de cumplimiento íntegro de las penas, de endurecimiento de la ley penal. Pero el mensaje que transmiten es claro: nuestra ley es blanda, y por eso han matado a la hija de estos desgraciados: pongamos remedio. Votadnos y lo arreglaremos.

Qué pena que en vez de hablar de una modernización del castigo, de un perfeccionamiento técnico y cultural de la lucha contra la violencia, de nuevas formas de prevención y represión del crimen más afinadas, menos de brocha gorda, más eficaces, más en consonancia con las nuevas tecnologías, algunos todavía estén (¡o aparenten estar, para ganar votos!) en la lógica antigua, infantiloide e inútil de poner unos pocos años más de cárcel, ya que la lapidación pública y la pena de muerte están vedadas por la Constitución. ¿No se les ocurre otra cosa que más cárcel?

Si en algo hemos mejorado con el transcurso de los siglos, y muy poco a poco, es en el valor de la contención del propio Estado en la represión del delito. El Estado tiene el monopolio de la violencia y la represión, pero a cambio ha de sujetarse a reglas constitucionales. Y éstas incluyen la "contención", como principio. El derecho penal cuida de las víctimas (las que lo son, y las quen pueden llegar a serlo), pero no puede escribirse a su dictado. 

Me producen consternación los padres de la joven muerta, porque la condena a los culpables es una especie de "eco" o de resto de la vida de su hija, una simbólica manera de acompañarla en su trágica muerte. Pero me producen cierto asco los políticos que quieren cabalgar sobre ese sufrimiento, apoyando iniciativas en las que (espero) no creen.