"¿Qué puedes hacer cuando has construido tu vida sobre una mentira?"
Pocas coas hay en la vida real más literarias que una gran mentira. La verdad puede ser bella, puede ser interesante, puede ser útil, puede ser terrible, pero no es literaria. La mentira, la mentira grande, abre vidas subterráneas y paralelas, crea pasadizos, se mezcla con la apariencia, desborda la ficción, y se confunde con la verdad. La mentira es el cine de la vida. No se agota en sí misma: siempre pide más. Inaugura una estirpe de nuevas mentiras meticulosamente coherentes con el ADN original. Y se convierte en verdad. Por eso en casi todas las verdades de nuestra vida hay una mentira original. Y por eso nuestra incesante búsqueda de la verdad es un afán sin suelo firme en el que afirmarse, un agitarse en arenas movedizas.
"Cine Aliatar" arranca de golpe con una mentira sin marcha atrás. Una mentira que marca la vida de al menos tres personas que quedan envueltos en una complicidad/hostilidad pegajosa, y que segrega a un personaje llamado Víctor Delgado que no parará de engordar y perder en un empate perpetuo parecido al infierno. Víctor Delgado es, para mí, sin duda, el gran personaje de esta novela.
"Cine Aliatar" es una persecución que dura toda una vida, porque "la única persecución verdadera es la de los recuerdos". La persecución, a veces, es trepidante, desesperante, cíclica. Otras veces descansa en remansos, casi siempre etiquetados con nombres de películas. Fuera del cine, la vida separa a Lucía de César, pero hay un centro de gravedad permanente, hecho de una mentira de amor, que es lo más contrario a un amor de mentira. Y ese centro de gravedad atrapa a los abuelos, a los padres, a los amigos, a un marido, a un hijo, sólo satélites que giran en órbitas incapaces de convertirse en espiral. El universo es el desarrollo de un bing-bang que parece estar reproduciéndose a cada momento en cada uno de los cuerpos celestes que se formaron con aquel estallido de energía. Cada uno de los 93 capítulos de esta novela podría ser el primero o el último.
César, desalojado de la verdad por una mentira que lo hace cómplice para siempre, para siempre, para siempre, es, también, uno de esos cuerpos celestes. César es incapaz de proponerse nada. Sus movimientos son siempre de adaptación al espacio que se conforma en torno a él. César no sabe salir del barrio de la Magdalena de Granada más que a través del cine y del pasado. El cine le propone una y otra vez presentes imaginarios que le eximen de buscar un futuro, y el pasado es una especie de guión de película tenazmente enfrentado a la amnesia de un país de la que es culpable una generación que hizo de pantalla opaca entre nosotros y nuestros abuelos para protegernos. Igual que Lucía mintió, también mienten los padres de César y los padres de Lucía, haciéndonos creer con su olvido que la vida es un barrio de la Magdalena de Granada en el que nunca pasa nada.
Quizás gracias a la audacia de haber mentido, Lucía es el único personaje libre de "Cine Aliatar". Ella es dueña de la verdad, ella tiene voluntad, ella es capaz de irse y volver, de conseguir cosas, de huir de ellas. Por eso César no encontrará más a Lucía en su barrio y en su vida pequeña de bares de copas y paseos cortos cuya única épica son escenas de cine grande. Tendrá que ser Lucía quien lo encuentre a él.
Por favor, haserme caso: dejad ya a un lado vuestra infraestrustura mental muy dañada por el sesesionismo democrático y entrar en you tube de parte mia y marcar: ” Estrella Morente y familia fin de fiesta por bulerias un palmero especial” . Son nueve minutos de felisidad , de veras, de pura felisidad, La naturalidá de unas mujere bailando os sencantará.
Si yo soy felis, quiero que todo el mundo lo sea.
Esta que lo es, Conshi.
Gracias Conchi por tu invitación. Pensé que era Estrella Morente la que sorprendería, pero las dos mujeres que bailan dejan , en efecto, un dulce sabor a femineidad, si me permites la cursilería. No son unas bulerías rompedoras y agitanadas de Jerez, pero tienen un ritmo, una profundidad, una cadencia y una belleza muy naturales, que seguramente derivaron de la presencia de una madrina granadina como Estrella Morente. El compás y la alegría controlada desembocaron en el genio final de Joaquín Cortes.
Es verdad que unos minutos de flamenco pueden hacerte feliz. Cuando estuve en el Museo del Louvre y ví la suave uniformidad de la barriga de la Victoria de Samotracia , mi sensación también fué de felicidad instantánea. Qué cosa.
Este que lo es, Anónimo.