Siempre me he conformado con mirar el lado más próximo de las cosas. Un rincón es un rincón, y una esquina es una esquina. El límite está en los ciento ochenta grados: más allá, es esquina; más acá, es rincón. Él, en cambio, era daltónico, pero no de colores, sino de espacios. No podía evitar ver siempre el otro lado: si estaba dentro, lo de fuera; y si estaba fuera, lo de dentro. Las paredes del rincón eran el reverso de la esquina exterior, y al torcer una esquina lo que hacía era rodear el rincón interior que adivinaba con una mesita y una lámpara. Tenía una mirada más larga y penetrante, una perspectiva circular que lo llevaba mecánicamente a completar el ángulo hasta los trescientos sesenta grados. Cada cosa era ella misma, y la totalidad que la completaba. Por eso le daban vértigo las puertas de acordeón, y cualquier zig-zag era una aventura visual. El principal problema era con los triángulos: ya fueran isósceles o equiláteros, cada vértice era una esquina abierta a la soledad del infinito trigonométrico que lo rodeaba por fuera.
Cuando por fin logré disciplinarlo y admitió su rareza, cuando por fin se acostumbró a llamar las cosas al revés de como las veía, cuando aprendió a decir "cartucho" en vez de "carchuto", todo se vino abajo por un pequeño detalle. Era domingo por la tarde, mirábamos un partido de fútbol. La pelota rebotó en un defensa, y el comentarista dijo: "Saque de esquina para el Real Madrid". Él reaccionó en seguida: "De esquina, dice; ¡otro que no se entera!: será saque de rincón, hombre, ¿no ves que pone la pelota hacia el ángulo menor?"
Carchuto, claro que sí, carchuto…
¡Capitán google quiere sacarme del error cuando introduzco la búsqueda de carchuto!.
Quizás quiso decir:
cartucho
:-)))
Noooh; yo quise decir carchuto!!
Un abrazo
No cedas, moderrunner, capitán Google acabará hablando como dios manda.
Un abrazo,