Desde dentro.

La socialdemocracia suele ser la principal víctima (electoral) en situaciones de crisis del capitalismo. Una razón puede ser congénita:  que sus políticas, en tanto que subordinadas y contingentes, sólo son efectivas y visibles en un contexto de prosperidad. Y así, como la crisis llegó a España con un gobierno socialdemócrata, la gente percibe que la solución no puede provenir de esas políticas que no supieron prevenir el daño.
 
Yo sospecho otro factor importante en la crisis de la socialdemocracia en España: está acostumbrada a hablar de sí misma con una retórica de izquierdas que ha dejado definitivamente de ser creíble. El PSOE no puede competir en izquierda con Izquierda Unida ni con otras formas emergentes (no me atrevo, mientras no tenga más información, a calificar el izquierdismo de "Podemos"...), porque, lo quiera o no, su función política en España es la de una alternativa de Gobierno dentro del sistema. De modo que la única manera (honesta) de sostener al electorado en fuga no es, entiendo, gritar nuevas consignas y procurar parecerse a quienes están creciendo a su izquierda, sino defender que en el marco del capitalismo financiero internacional en el que nuestra democracia está atornillada, los cambios y las transformaciones van muy por detrás del deseo, la imaginación y el voluntarismo político, y que esas transformaciones requieren la presencia fuerte de un partido de centro izquierda en sintonía con los ciudadanos y capaz de tocar los metales de la realidad para producir algún sonido real. Es decir, defender el sistema y proponer reformas, comprometiendo toda la credibilidad en conseguirlas, porque un partido socialdemócrata que no consiga sus objetivos es completamente inútil y prescindible.
 
No estoy diciendo que no tenga sentido empujar desde otros espacios y con otros discursos. Al contrario, creo que es bueno que se haga electoralmente visible una izquierda más apresurada en los cambios, con menos que perder, con una mayor ambición transformadora. Lo que estoy diciendo es que el PSOE no puede cumplir este papel, y hará bien en dedicarse a lo suyo: presentarse como un partido que sabe manejarse dentro del sistema y que es capaz de usar la política para dar siempre el siguiente paso.
 
¿Es una renovación ideológica lo que querría el electorado socialista que está abandonando la papeleta del PSOE?  No estoy seguro. Sus formulaciones programáticas suelen ser impecables. Quizás es una apertura de sus estructuras, comités y aparatos, una renuncia a sus inercias, un cambio radical de protagonistas, y un discurso particularmente creíble lejano a retóricas gastadas: no vamos a cambiar el mundo, pero vamos a empeñarnos con toda nuestra fuerza en conseguir algunas cosas. Es posible que esta modestia de objetivos supusiera la renuncia definitiva a añoradas mayorías absolutas, o el reconocimiento de que hay un electorado de izquierdas al que no se tiene nada sustancial que ofrecer, y al que por tanto no pretende captarse. Pero al menos lograría las mínimas dosis de claridad que permitirían a la socialdemocracia seguir desempeñando no un papel cualquiera (gobernar a toda costa), sino el papel que los ciudadanos quisieran atribuirle.
 
 
 

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