El ciclo



Cuando mi hijo tenía seis años, el Mundial (creo que fue en Estados Unidos) fue cosa de su padre: le extrañaba verle gritar "¡gol!", porque eso del fútbol todavía no era algo importante, y no era frecuente que su padre estuviese viendo un partido con tanta intensidad.

 
Cuando tenía ocho años ya sabía lo que es una Eurocopa, cómo es un grupo de clasificación, y quiénes eran los jugadores de la selección. Se enteró de que España no solía pasar de cuartos, y que con Italia perdíamos siempre, y sufrió, como su padre y los amigos de su padre, al ver que el partido acababa 0-0 y tocaba los penaltis, en los que íbamos a perder seguro. Pero Casillas paró, y Cesc metió el último, y pasamos a la semifinal. Y en la final Torres metió aquel gol a Alemania, y España, la mejor, fue campeona.
 
Cuando tenía diez vio perder a España contra Suiza, pero luego todos los partidos fueron alegrías. Se pasó a rondas, se ganó al temible Portugal, se sufrió con Paraguay, Puyol marcó de córner contra Alemania, y el 13 de julio Iniesta, vestido de azul entre naranjas, disparó y nos hizo campeones. Casillas levantó la Copa entre papelitos dorados. Para entonces sus hermanas ya sabían quién era Piqué, Sara Carbonero, y qué eran las benditas "bubucelas", y al final del partido les dije: "vamos a la calle a gritar, que esto de hoy quizás no volváis a vivirlo nunca más". Y salimos con trompetas y cláxones, gente con banderas nos saludaban, todos éramos compatriotas y estábamos contentos.
 
Cuando tenía doce años España era la mejor del mundo y todos lo reconocían. Su juego era vistoso, se podía ganar a Francia sin apuros, y aunque con Portugal casi caemos, Fábregas marcó otra vez el quinto penalti y Ronaldo no tuvo ni que tirarlo. Otra final, y cuatro goles a Italia, demasiado fáciles.

Ahora tiene catorce años, y supongo que le
costará comprender que no es la primera vez que España no juega todos los
partidos de un Campeonato, y que en los próximos días se hablará de Inglaterra, de Alemania,
de Bélgica o de Brasil, pero no de Iniesta, ni de Ramos, ni de Pedrito,
porque aunque quede casi un mes hasta que acabe el Mundial, España ya
está fuera. 

Por pura casualidad, después del partido, en casa
hemos visto la película "La gran familia española", que teníamos
grabada. Trata de una boda que se celebraba el día de la final contra Holanda
de hace cuatro años. Las escenas y enredos de la familia se alternaban con
imágenes de la gran pantalla que tenían instalada en la finca. Se escuchaba de
fondo la voz del comentarista de televisión. Siempre 0-0, pero España
empujando. Y el susto de Rooben. Y la patada del bruto aquél. Y la prórroga. Y
naturalmente el gol de Iniesta, y el calambrazo de alegría de aquel instante
que nos hizo nítidamente felices por un rato.  

Caramba, tengo que reconocer que en el momento
del gol de Iniesta, mientras en la película todos gritaban y se abrazaban, se
me han saltado un poquito las lágrimas. Por el ciclo. El que comenzó con el
penalti de Fábregas y ha terminado esta tarde con el fallo de Busquets. 

Ya está dicho. Ahora ya puedo pensar en otras
cosas y ver algún que otro partido del Mundial sin nervios

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