El espray

 
 

 
Mucho más efectivo que el reglamento, que la presencia del árbitro, en incluso que las tarjetas amarillas y rojas ha sido el espray. Una línea blanca, perecedera pero nítida, y se acabó la trampa de dar pasitos o desplazar el balón cuando el árbitro se da la vuelta. Una fútil línea blanca es suficiente para contener toda la presión de unos defensas que no quieren perder el partido en el último minuto, empujados o arrinconados por el clamor de un público ansioso. Atrás todos, sin rechistar. Obedientes y cabizbajos.
 
Al parecer, el uso del espray, la gran aportación del Mundial de Brasil, ha sido ya autorizado en la liga española de fútbol. Imagino a empresas especializadas queriendo cerrar contratos con los clubs o con la misma Liga de Fútbol Profesional para suministrar en exclusiva el espray. Será un buen negocio. Seguro que además podrá venderse en droguerías primero, y en los chinos después, al gran público, y no habrá partido de patio de colegio en el que dos o tres niños no lleven su propio bote de espray. Es más, el gol mismo pasará a ser una anécdota aburrida, al lado de ese momento cumbre que debe ser sacar el bote de espray y dibujar la línea a los pies de la barrera formada del equipo contrario. Qué poderío.
 
Las leyes deberían también llevar su propio espray. ¿Se imaginan una ley tributaria que manchara de blanco (o de negro) a quien ocultase un ingreso? ¿Por qué no se delimita con espray el ámbito dentro del cual puede moverse un consejo de administración de un banco? ¿Y si saltase un chorro cada vez que una empresa paga a un trabajador menos de lo que le corresponde según convenio? Está claro: la ley, como el reglamento deportivo, no tiene fuerza coactiva, ni siquiera bajo la amenaza de tarjetas amarillas o rojas, que sólo se muestran si la infracción es descubierta. El Estado de Derecho se ha convertido en un Estado de Transgresión: todo el mundo, incluso el legislador, cuenta con que la ley será incumplida apenas el árbitro no esté mirando, y por eso los impuestos son enormes (para que con la declaración de los que no tienen ocasión de defraudar se compense el fraude de los otros) y las multas elevadísimas (porque es de presumir que por cada quince veces que aparcas en prohibido, en sólo una te pillan).
 
Puede que la solución sea el espray que delimite la zona prohibida y visualice al transgresor.  ¿Habrá ya algún laboratorio buscando la fórmula del espray anticorrupción?

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