Segundo lunes después de Reyes: el día idóneo para una toma de tierra. No hay excusas, no hay distracciones. Podríamos llamarlo el "Lunes Perfecto", o, para universalizarlo, "The perfect Monday". "A total Monday". Vivement le lundi. Por fin lunes.
Por fin lunes. Un lunes a mitad de enero que arranca un año, recogido por fin el Belén que languidecía, casi ridículo y sin luces, en la semana de la resaca navideña, la de las rebajas y devoluciones, la del feliz año nuevo en el trabajo y la del último mantecado en la bandeja. Tráfico matutino de lunes alrededor de los colegios y los polígonos, las agendas ya no son un regalo sino una nota de tareas pendientes reales, el tiempo recupera su ritmo normal. Lunes de tiempo ordinario: incluso en la liturgia, lejos todavía la Cuaresma que será el primer aviso para la suerte de varas del invierno que ahora sí es invierno.
Lunes de puro invierno. De enero frío, de árboles devastados que parecen moribundos, de cielos grises, sin más brillos que los del asfalto mojado. Cada cual en su puesto: trabajando, buscando trabajo, gestionando una casa y una familia sin los abuelos ni los cuñados, retomando iniciativas que todavía quieren otra oportunidad, probando con una nueva costumbre que allá por nochevieja vimos deseable y posible: leer más, acostarse antes, caminar, estar disponible, ordenar cajones, hacer bien lo que pueda hacerse bien.
Un día anónimo, un día más, sin más expectativas que vivirlo. A tu alrededor una familia, una calle, una ciudad que es como un tablero de juego con rutas marcadas otra vez por la costumbre. Un lunes para seguir siendo uno mismo. Un lunes perfecto.
Para ser tu mismo y defecto??