Uno de los blogs que acostumbraba a leer era "Días de lluvia", del que es autora una tal "Begoña", quien también, a la recíproca, ha contribuido en este blog haciendo comentarios a algunas entradas. De "Días de lluvia" me gustaba por encima de todo su frescura: está lleno de reflexiones espontáneas de una mujer, madre de familia, con vocación por escribir, transmitir y poner encima de la mesa valores y virtudes "de toda la vida".
Hoy ha puesto "punto final" a ese blog, y ha explicado sus razones: el miedo a los riesgos de la información compartida por internet, y la sensación de que volcar tanta escritura sobre el blog le impide orientarla en otro sentido, trabajar otras maneras de escribir. Como ha suprimido la posibilidad de hacer comentarios a su última entrada (tan directa, tan clara, y al mismo tiempo tan ingenua), le dedico como comentario esta entrada, por si ella la lee.
¿Por qué nos empeñamos en acabar las cosas? ¿Por qué no dejar que nuestras criaturas acaben encontrando el lugar que les corresponde, sin forzar quirúrgicamente su final? Begoña tiene derecho a sentirse insegura y a concentrar su pulsión literaria de otros modos, pero cada página que se cierra es una pequeña derrota. Es muy probable (es casi seguro) que este mismo blog a partir de cierto día comience a relajarse, a deshilacharse, a quedarse arrinconado. Pero, ¿"punto final"? El punto final suele traer un aire de arrepentimiento que me parece injusto, Begoña. Como si hubieras comprendido que no debiste entregar tanto a ese blog. Es verdad que no hay que aferrarse a lo que se tiene, y que es saludable una actitud de desprendimiento que a veces libera habitaciones del alma demasiado ocupadas por detalles y objetos que se van acumulando con desorden, sin criterio. Pero ¿por qué cerrar la puerta y echar la llave?
Sea lo que sea, buena suerte, Begoña, y gracias por la generosidad, la limpieza y la espontaneidad de tu escritura, que desde luego no ha sido en vano. Es importante que estés segura de eso, ahora que te despides.
Miguel, supongo que es parte de mi carácter un cerrar etapas. Y un volver a abrirlas a veces cuando menos lo pienso. Pero sobre mi decisión de cerrarlo supongo que ha pesado bastante sentirme como un disco rallado. Y que es un lugar que nadie de mi entorno conoce, de tal modo que no sé si ellos aprobarían o no. Quizá esto a la larga sea lo que más ha pesado, hasta que punto soy capaz de hacerme cargo de mi propia vocación, y de pelear en serio por escribir algo que pueda dejar como herencia.
No dejé abierto el lugar para comentarios, por una sola vez, porque no quería sentirme coaccionada. Aunque espero que en entradas anteriores sí se pueda comentar. Pues el blog permanecerá siempre abierto, y aunque espero no volver a publicar tampoco puedo descartarlo porque era un lugar en el que me sentía feliz, del modo en que siempre me siento cuando escribo.
Gracias por tus palabras, y puedes estar seguro que seguiré comentando por aquí. No me voy muy lejos.
Feliz día
Alguien aconsejó una vez que tuviésemos cuidado de que nuestras palabras fuesen dulces por si alguna vez nos las debíamos tragar. Después de leer esta entrada y otra desde Barcelona me lo he pensado (supongo que pienso muy poco), y sigo ahí.
Creo que Días de lluvia es el lujo de llegar hasta la India, si el contador de visitas no miente. Y a tantos y tantos países que nunca pensé llegar. Eso lo hace un maravilloso lugar donde escribir, aunque otros escritos deban seguir esperando, porque estos otros quizá no lleguen a ningún lugar.
Saludos
Miguel, eres de lo más convincente.
Aunque no nos conocemos, estoy de acuerdo contigo Miguel, Días de lluvia tiene un lugar en nuestros corazones. Como Begoña al cerrar el blog se olvidó de llevarse la llave, volvió para quedarse otra vez y me alegro.
Saludos.