En la primera página de un periódico curioso ("La Gaceta", de Carlos Dávila), se informa con enormes titulares de algo trascendental para el panorama político español (y quizás mundial): que la intervención de un taxista en Intereconomía (de Carlos Dávila) superó en audiencia a la entrevista del presidente en Veo 7 (de Pedro J. Ramírez).
Es interesante la lucha por ver quién se parece más a un taxista. Ya me estoy imaginando un canal de televisión llamado "Tele Taxi 24 horas" en el que se marquen las pautas sobre lo que ha de ser el debate político. La cultura política ha pasado página por fin: nada que no quepa en la charla de taxi puede merecer atención. El test del taxista es la prueba del algodón. El socialismo y el liberalismo pueden ya ir haciendo las maletas, ante la llegada del nuevo movimiento político: el taxismo.
Llámenme optimista, llámenme ingenuo, pero déjenme que diga que todavía estamos a tiempo de demostrar que España es resistente y no se deja inundar tan fácilmente. Que tiene diques contra las mareas que buscan el atajo del "taxista", ese que lo arregla todo con un puñetazo en la mesa y dos recetas claras. Estamos a tiempo de demostrar que España sabe distinguir democracia de audiencia. Que no se deja llevar por las disputas entre empresarios del entretenemiento mediático por ver quién la tiene más gorda (la audiencia, se entiende). Estamos a tiempo de demostrar que nos interesa mucho quién y cómo queremos que gobierne este país, pero no nos interesa la calderilla sobre la que tantos focos mediáticos se proyectan. Estamos a tiempo de hacer saber que aquí no triunfan quienes hurgan en nuestra presunta mezquindad. Podemos entre muchos construir un cordón sanitario en defensa de la democracia.
Para eso hay que empezar por uno mismo. La principal responsabilidad de cada individuo no es ya el compromiso con la transformación de las estructuras sociales: es, pura y simplemente, la resistencia.
Estoy contigo. La posición de los démocratas, de los socialdemócratas, de los liberales (en la acepción grandiosa, sana de liberalismo) es la de resistir ante la nueva marea revolucionaria, que viene de la derecha: el neoliberalismo económico, el conservadurismo social y político, la herencia de Tatcher y Reagan y Juan Pablo II, el proyecto populista de Berlusconi. Hoy, compartir los grandes principios de la modernidad (libertad, igualdad, libertad de conciencia, provisión pública del bienestar…) implica ser conservador.
Me alegra que haya gente gente resistente y fuerte, yo estoy casi derrotada de la política y si escucho intereconomía acabaré derrotada entera.
Tienes razón, Manolo, aunque sea triste. Conservadores de la modernidad, esa es la tarea que hay por delante. No es muy lucida ni muy grata. Tampoco lo era la de los monjes medievales que se dedicaron a copiar (¡para conservar! los textos de la Antigüedad): si no es por ellos, no habríamos podido reenganchar con los clásicos. Los artículos, los comentarios, las reflexiones que hagamos entre nosotros no van a cambiar nada, pero valen como ejercicio de resistencia.
Claudia, la primera condición para resistir es reconocer que uno está "casi" derrotado. Así que, en mi opinión, eres candidata al premio Mariana Pineda a la resistencia civil….
" ENTRE LA REALIDAD Y TÚ( NOSOTROS), HAY UN ESPACIO QUE TE PERMITE DECIDIR".
Para poder RESISTIR tendremos que ver la realidad desde una cierta distancia.
Un saludo a todos.