Nazaria, jueves, 21 de diciembre. El día D. El 21-D, el solsticio de invierno ni más ni menos: ¿cómo es que los candidatos no han utilizado la ocasión para decir que a partir de las elecciones los días empezarán a ser más largos y las noches más cortas? Anselmo ha seguido la campaña con más interés que otras veces, y ha llegado a la conclusión de que los políticos, incluso los que tiene por favoritos, tienen muy poca imaginación. ¡Con la cantidad de cosas que él diría en cualquiera de los debates! Y ellos, venga a repetir mecánicamente lo mismo, y lo mismo, y lo mismo. Si él hubiera sido candidato habría dicho, por ejemplo: "vótame, por favor", y seguro que ese lema habría triunfado. O "No sé exactamente qué voy a hacer si llego a gobernar, pero ¿por qué no probamos?". Pero nada, ellos y ellas venga con el traca-traca, que parece como si la única manera de que nos perdonen la vida fuera votarles.
Ha pedido permiso en el trabajo, y se ha dirigido al colegio electoral, provisto de su DNI. Al de siempre: al Colegio de la Virgen Veneranda. No llevaba el sobre con la papeleta, porque a Anselmo le gusta meterse en la cabina, echar un vistazo a las candidaturas, y coger con fruición la que ya tiene decidida desde hace tiempo, meterla en el sobre, y dirigirse a la mesa, saludar afablemente a esos cuatro o seis personas que parecen funcionarios de reemplazo, introducir el voto y desear buena jornada a todos. Le gusta votar, y se siente importante, porque ve a los apoderados de los partidos que lo miran como preguntándose si es de los suyos o no. Sí señor, ese día manda él.
Se ha dirigido sin prisas al colegio electoral. Percibe un olor a soberanía popular. El pueblo decidiendo. Vale, también comprando y aparcando y descargando, y entrando y saliendo en el banco o en la farmacia, porque es un día laborable, pero sí, se ve en la cara de la gente que están decidiendo el destino del país. De SU país.
Anselmo llega a su colegio electoral. Le extraña no ver a ningún policía en la puerta. Sube las escaleras y entra en el edificio. Hay muchísimos niños correteando. La sala donde se suelen hacer las votaciones está cerrada. La habrán cambiado de sitio, se dice. Vuelve a portería, y pregunta: "oiga, ¿dónde son las votaciones?".
-¿Cómo dice? -pregunta la señora de portería, que está tricotando.
- Las votaciones, que dónde son.
- ¿Qué votaciones?
- Pues las de hoy, cuáles van a ser. Es que veo cerrada la sala donde siempre se hacen
- ¿Se refiere a las de la AMPA? Es esta tarde, a las 7.30
- ¿Hampa? Jajaja -ríe cortésmente- , bueno tampoco es para tanto.
Suena una alarma. Los niños se agolpan en el pasillo y se van introduciendo en lo que parecen clases. Claro, es día laborable, y eso es lo que explica los cambios. La señora lo mira.
-A las 7.30, esta tarde, caballero.
- Pero... Es que yo prefiero votar por la mañana.
-No le entiendo bien, caballero.
-Que a mí me gusta votar por la mañana. Voto tempranero, voto certero.
La señora hace una llamada por teléfono. Se da la vuelta y habla en voz baja. En seguida viene el que debe ser director del colegio.
- Buenas, ¿qué desea? -dice, dirigiéndose a Anselmo.
- Vengo a lo de las votaciones.
- ¿A qué votaciones se refiere, señor?
Anselmo empieza a perder la paciencia.
- 21-D, elecciones al Parlamento de Cataluña -dice, con resabio.
El director, hombre calvo y rechoncho, con cara de llamarse Manolo aunque lo llamen Don Manuel, le explica amablemente a Anselmo que hoy sólo se vota en Cataluña, y no en el resto de España, y que Nazaria no forma parte de Cataluña. Pero Anselmo está bien informado.
-No se equivoque, amigo -le dice-. ¿Es que no se ha enterado usted que se ha aplicado el 155?
-¿Y qué tiene eso que ver?
- Pues que lo de Cataluña lo tenemos que decidir entre todos los españoles, y yo vengo a ejercer mi derecho de voto. Y de aquí no me voy sin hacerlo. Que ya está bien de trocear la soberanía.
Don Manuel, el director, titubea un instante. En seguida reacciona. Le pide a Anselmo que aguarde un momento. Vuelve al rato con una urna.
-¿Tiene usted la papeleta?
- No.
-No importa caballero. Escriba en este papel el nombre del partido al que quiere votar, y yo la hago llegar a través de la Subdelegación del Gobierno al centro de recuento.
-Pero a mano... Me lo van a dar por nulo, y no estamos para desaprovechar votos, que la cosa está muy ajustada según las encuestas.
-Ningún problema, caballero. Yo adjunto un certificado sobre la incidencia, informando de que faltaban papeletas.
Así lo hacen. Anselmo escribe el nombre de su partido favorito mientras Don Manuel redacta el certificado y estampa el sello del Colegio de Enseñanza Primaria "Virgen Veneranda": Por el presente certifico que en el día de hoy, y ante la falta de papeletas para la votación al Parlamento de Cataluña, en presencia mía el ciudadano Don Anselmo Martínez de La Vín ha procedido a escribir el nombre de la candidatura a la que apoya y ha introducido su voto en el sobre que se acompaña, de lo que doy fe".
Anselmo entrega el sobre (que también lleva el membrete del Colegio) al director, se despide de él y de la señora de portería (que lo mira por encima de sus gafas de tricotar) y sale del Colegio tras haber cumplido su sagrada obligación de ciudadano español. Mientras vuelve al trabajo, se dice, convencido, que a partir de mañana los días serán cada vez más largos y habrá acabado la noche de los tiempos.
by Ernesto L. Mena
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