Ramón Jáuregui es socialdemócrata con fundamento, y es cristiano. Además, es un político en activo, de los que a mi juicio dignifican la función que ejercen. Cuenta "El País" que se ha reunido con el cardenal Rouco (que es cristiano, y quizás también político, aunque no socialdemócrata) y le ha pedido algo que parece razonable: que la voz de la Iglesia no pronuncie sólo palabras de condena sobre asuntos de moral privada que entran en conflicto con la legislación democrática, y que saque de las "sacristías" otros valores que sí hacen falta en la escena pública: que hable de exclusión, de inmigración, y supongo que de compasión..
Porque se echa de menos la aportación de un cristianismo más profético, más de denuncia social, presente en los momentos y espacios de sufrimiento, allí donde las leyes se quedan cortas, porque hace falta el compromiso de quienes quieren ir más allá del mero respeto a los demás. Eso es lo que la iglesia y las iglesias tienen que sacar fuera de las sacristías y proponerlo sin púlpitos, bajando a la arena pública. Lo otro, las regañinas a los que quieren organizar su vida sin hacer la señal de la cruz, es lo que más bien debe quedar reservado a la vida interna de las religiones.
Menos manifestaciones nacional-confesionales en Colón y más movilización de los valores cristianos de solidaridad, compasión, justicia, liberación, perdón y universalidad. Suscribo ese ruego. Hay demasiados cristianos que se averguenzan de una iglesia regañona, ensimismada e inútil. La iglesia no debe acomplejarse frente al discurso ético civil y laico: debería más bien fortalecerlo con todo el peso de su tradición. Si la levadura no se mezcla con la masa no hay fermentación, hay sólo una pureza tan inmaculada como estéril.
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