Miraba las últimas vueltas y quería que el coche rojo adelantase ya al amarillo. Aceleraba con mi pie, sugería el momento del volantazo certero. No conozco más que de nombre a los demás pilotos (apenas sé que Hamilton es menudo y feo) ni sabría entender por qué unos son mejores que otros. Pero quería que ganase el español, uno de los nuestros. Cuando faltaban veinte vueltas decían que hay esperanza hasta el último momento: "mal asunto", pensé, porque al principio lo que querían es que la carrera terminase pronto sin que pasase nada. Cuando faltaban once vueltas ya dijeron que era muy difícil. A falta de seis vueltas alguien comentó quetenía que marcar tres goles y ni siquiera estaba rematando a puerta. En la última vuelta Sebastian Vettel levantó los brazos. Bien, entonces lo que hay que hacer es apagar la televisión y escribir en el blog que da lo mismo quién haya ganado el mundial, porque son cosas que suceden en esa pantallita y que no se expanden ni se transfunden fuera de ella si uno no quiere. Queda una tarde de domingo por delante, todavía algo de luz, un café, un periódico. Nos deslizamos escogiendo las cosas que quedan a nuestro alcance. Si hubiese ganado Fernando Alonso habría dejado encendida un rato más la televisión, habría quedado menos tarde de domingo, no habría podido leer el periódico, y desde luego no habría escrito esta nadería.
Miguel Pasquau
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Hola Miguel,
Muchos nos hemos sentido así.
Qué lastima de resultado.
Bueno, el año que viene…
Un blog que empieza, el mío cumple ahora 6 meses, un bebé todavía.
Buena suerte.
Un abrazo
Gracias, Airama, tú ya estás viva. Lo mío es un balbuceo: o me cogen en brazos, o quizás me muera. Miguel de Esponera es un empeño que surge del azar. Como tantos otros. Y el azar dirá.