Fronteras.

La principal afición de mi perro (Bribón) es ladrar agresivamente a todo lo que se mueve. Sobre todo gatos en el tejado, pájaros en la barandilla y bolsas de plástico movidas por el viento. Es macho, y por tanto un par de veces por día tiene que hacer la ronda en la calle para marcar una y otra vez, obsesivamente, el territorio. En casa es dócil, infeliz, conformista, predecible, rutinario; pero apenas franquea el portón de la calle levanta las orejas, empina el rabo, y todo es oler, marcar, y enfollonar a los perros que están dentro de las casas, hasta que otra vez vuelve a la suya, bebe agua, y se adapta al ritmo de la familia.
 
Qué cansancio tener que vigilar a diario las fronteras. Porque mientras está en casa, otros machos hacen lo propio, y debe resultar insoportable para Bribón esas cuatro o cinco horas en las que cualquiera puede llegar a creer que la calle no es suya, sino del vecino que dejó la última marca.
 
Si pudieran hablar, si pudieran negociar, qué fácil resultaría: podrían dividirse la calle en tres partes, o alternarse en el tiempo, pero no por horas, sino por semanas. Y así no se gastaba tanta energía en cuidar la frontera. Porque no hay nada tan agotador como una frontera movediza. Pero no, Bribón no desfallece: cada vez marca la frontera como si fuera ya para siempre, como si se jugase la pertenencia para el resto de la vida.
 
La tierra está llena de fronteras. Muchas de ellas blindadas, incluso con concertinas. Algunas son el resultado de una guerra (y en eso somos como los perros), otras son el testigo de un pacto recíproco de no agresión, o incluso una componenda: en esto no somos tan perros. España tiene que ir a marcar continua y fatigosamente a Ceuta y Melilla, pero puede en cambio descuidar y relajarse por los Pirineos y por el Guadiana.
 
En Crimea todos los perros están ladrando. Sobre todo los machos, que son los que cuidan de la línea. Qué cansinos, si al final las perras se van a ir con cualquier otro, aunque no sea el dueño de la calle.

2 Respuestas

  1. Me encanta el último párrafo…realidad ante todo…da igual la batalla..

  2. Gracias Anabel, ¡bienvenida!

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