La operación policial desarrollada por mandato judicial en el Ayuntamiento de Granada sumió a la ciudad en cierto abatimiento. Ese día todo eran preguntas. Preguntas sobre el pasado y preguntas sobre el futuro. Preguntas sobre qué está pasando en este país y cómo se sale de aquí. Todas las hipótesis eran tristes, duras, desazonadoras. Sería desazonador que un mal cálculo policial hubiese motivado un cambio en el gobierno de la ciudad que podría haberse obtenido por los cauces institucionales normales, sin necesidad de la ayuda del Primo de Zumosol ni de Mr. Proper. Sería desazonador que el cálculo fuese certero, y que en el Ayuntamiento hubiese anidado una red de influencias, de favores millonarios, un urbanismo hecho a medida de intereses, un equipo de gobierno que se hubiese ido relajando, dejándose querer, o dejándose llevar por técnicos intermedios en contacto con los especuladores expertos en obtener "márgenes". Sería desazonador que hubiese habido mercadeo urbanístico en vez de plan urbano. Lo sería que, entre todo, anduviera mezclado, además de las sospechas, algún mezquino interés o luchas de familias dentro de un partido que parece dramáticamente dividido. Yo no lo sé, y me acojo a la cautela: debe haber sospechas y apariencias, pero aún no deben tomarse como evidencias. Los investigados tienen derecho a defenderse de imputaciones que no siempre se convierten en condenas.
En esta sociedad de las prisas y de la bulimia de noticias y acontecimientos, lo importante es la detención. La operación policial. La instrucción. Las primeras noticias con esas palabras terribles: prevaricación, malversación, cohecho, falsedad, dentro de un lugar de la máxima dignidad institucional y democrática, como es un Ayuntamiento. De repente, un alcalde y una concejal que hasta entonces podían gustar más o gustar menos a unos y a otros, por quienes pasaban decisiones importantes, quedan excesivamente marcados por esas palabras. El juez ha accedido a autorizar una operación policial "espectacular", porque debía ser coetánea y desarrollarse en varios lugares. Una entrada y registro en dependencias municipales, en un Registro de la Propiedad, en domicilios, en oficinas de grandes inmobiliarias. Los periodistas, tan atónitos como aplicados, procesan rumores, datos, quizás alguna confidencia, y procuran construir un relato. Es posible que ese relato inicial acabe siendo más recordado que la relación de hechos probados que se plasme en una sentencia, ya sea condenatoria o absolutoria: lo que importa a la gente es la noticia. El enjuiciamiento es ya más aburrido, avanzará despacio, se tropezará con garantías, con abogados, con documentos que puedan significar una cosa un otra, con informes técnicos, con alegatos sobre la conveniencia para la ciudad de una determinada operación, con réplicas que abundarán en que a quien sí ha convenido es al que supo lo que otros no sabían, o al que luego consiguió más edificabilidad de la prevista. Y vendrá la difícil distinción entre la irregularidad administrativa y el delito, entre las meras sospechas y los indicios, entre el dolo y la negligencia. Esa es, y debe ser, la materia dialéctica de la que están hechos los juicios: todo un arsenal de experiencia a fin de no dejarse llevar por los prejuicios, por las ideas preconcebidas, por el "ojo clínico". Pero cuando llegue la sentencia, será muy tarde. Interesará mucho menos.Entre tanto, es lógico que se recompongan los pactos del gobierno de la ciudad. Ciudadanos anuncia que dejará de apoyar al Partido Popular. Es razonable, aunque sólo fuera por la notoriedad de una muy fea lucha interna en el PP granadino, o por la conveniencia de una regeneración haya o no responsabilidades penales. El cambio de gobierno necesita el apoyo de 14 concejales, y por tanto la confluencia de PSOE (8), Ciudadanos (4) y Podemos (3). Esa nueva configuración del gobierno de la ciudad es delicada, y tiene un reto de gran importancia: desentrañar una estructura demasiado acostumbrada al poder municipal y levantar el ánimo de esta ciudad tan proclive al derrotismo. Es verdad que el pacto es arriesgado, porque los modelos de ciudad y las orientaciones de política municipal de esas tres fuerzas no tienen por qué ser coincidentes, y dentro de tres años van a competir electoralmente. Bueno sería que, si hay pacto, se asentase sobre bases sólidas: pero sólo serán sólidas si son modestas. Ojalá que no se convierta en una mezcla de objetivos según cuotas. Creo que mejor que un tripartito sería un apoyo externo a un Alcalde con capacidad para nombrar íntegramente a su equipo de gobierno. Pero un Alcalde que sepa que ostenta el bastón en precario y que someta a leal deliberación (a la que no debería ser ajena el PP) los asuntos más comprometedores.
Granada necesita un empujón. Sobre todo un empujón de ánimo. Ojalá esta dura coyuntura sirva para que la ciudad entre en el Ayuntamiento como Perico por su casa. Ojalá Granada se atreva a salir del abatimiento al que continuamente se condena a sí misma.
by Ernesto L. Mena
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