Dejé los periódicos ardiendo con las noticias sobre la reunión del Eurogrupo que estaba dispuesto a expulsar a Grecia como consecuencia de la convocatoria del referéndum y me fui a una reunión de amigos. Naturalmente nos ponemos a discutir sobre eso, como en otras muchas reuniones de amigos en toda Europa. Yo me contengo en pronunciar la palabra democracia, porque si sale pronto el argumento desmerece. De momento, de lo que se habla es de que hay que pagar las deudas, y de que lo que no puede ser es que los pensionistas griegos cobren más que los de otros países y que lo hagan a costa de fondos recibidos en préstamo, y que allí se paguen muy pocos impuestos: "no se puede vivir del cuento", y quizás "te puedo prestar para que compres pan, pero no para que lo riegues con champán". Alguien se afana en decir que los barros vienen de lodos antiguos, y que este Gobierno no es el culpable, y que está dispuesto a cobrar más impuestos (a los ricos), ajustar las pensiones e introducir medidas de eficiencia en la economía, pero no seguir condenados a vivir de prestado para pagar intereses de préstamos mal calculados que sólo han alimentado el flujo de dinero en la estratosfera, sin caer maná alguno sobre una población que lo está pasando mal. Pero tampoco sirve de mucho: perdonar a Grecia es condenar a "quienes lo hemos hecho bien", dice otro.
Sábado por la noche.
Lo cierto es que parece que de lo que se trata no es de cobrar o no cobrar (se sabe que el cobro es imposible), sino de ganar la partida política: la intención del Eurogrupo es cambiar el gobierno de Grecia, yo no tengo ya ninguna duda sobre esto. Y una manera de hacerlo es exacerbar la presión hasta que o bien renuncie a las líneas más identificables de su programa electoral (es decir, que reconozca su derrota y se corte así toda veleidad disruptiva), o bien aparezca ante los ciudadanos como quien ha causado el colapso en los bancos, las colas en los cajeros, el retraso en las nóminas y probablemente el desabastecimiento en los supermercados. Desde luego, en ningún caso reconocer que la estrategia de abordaje de la crisis griega se planteó sobre bases equivocadas y quizás interesadas. La jugada estratégica de Tsipras fue impecable: yo no puedo decir sí, porque estaría traicionando los argumentos que me dieron la presidencia del Gobierno, y no puedo por mí mismo decir no, porque ese no tiene consecuencias graves para mucha gente: que decida el pueblo si está dispuesto a asumir esas consecuencias que yo no debo imponerle. Es una jugada estratégica, pero insoportable para la Eurozona, porque hace desaparecer su objetivo: ya no tiene delante a Tsipras ni a Syriza, sino a una nación europea, y eso sí que no, porque el discurso se pone mucho más difícil. La reacción de la Eurozona, entonces, también es de libro: retiro la oferta (esa oferta que un día antes se proponía como la mejor, la que solucionaría los problemas, la que debía aceptarse por todos), y así desactivo el referéndum, porque ya no tiene sentido decir "sí" o "no" a una oferta que ha dejado de existir. Es decir, el problema no es el crédito, sino el referéndum.
A partir del lunes iremos sabiendo más del desenlace. Puede que haya movimientos de última hora, puede que no. Es posible que aparezcan terceros en el escenario (Rusia, China), y también es posible que el Eurogrupo esté dispuesto a hacerse daño económico a sí mismo a costa de no abandonar una bandera que es política. También cabe que Tsipras cambie el referéndum por una convocatoria de elecciones, como moneda de cambio ante la Troika. En todo caso, la inmensa mayoría de las corporaciones titulares de los medios de comunicación se remangarán para imponer su discurso.
Yo no tengo conocimientos ni lecturas suficientes en materia económica, pero como cualquier ciudadano tengo la responsabilidad de construirme una opinión, para lo que puede ser útil dejarse llevar por autores de confianza, que uno puede encontrar rebuscando un poco. En todo caso, pienso que la obligación de pagar las deudas tiene un límite, y ese límite es la insolvencia. Las empresas insolventes se declaran en concurso de acreedores, y éstos dejan de cobrar buena parte de sus créditos. Pero un Estado no puede declararse en quiebra, entre otras cosas porque es inembargable: si no paga, no hay nada que liquidar. La consecuencia, entonces, si no hay voluntad política de sacrificar otros objetivos para alcanzar una solución viable que no humille a nadie ni se mantenga pegado a los dogmas iniciales, es que el FMI deja de dar dinero. Y en esa situación no se me ocurren más que dos escenarios: o bien otros Estados o instituciones dan la liquidez necesaria, a cambio de mejores posiciones en las relaciones comerciales (o incluso a cambio de puertos, bases militares u otras ventajas territoriales), o el Estado se empequeñece, vuelve a su moneda, recupera su política monetaria (devaluación, etc.) y construye un ínfimo ámbito económico con sus propios recursos productivos, empobreciéndose sin duda durante quizás una década, pero con la sensación de partir de cero. Desde luego, un enorme fracaso para el euro, para el mercado europeo y para la misma Unión Europea. Probablemente entonces quienes más van a notar la caída sean las clases acomodadas, que tendrán coches mucho peores, teléfonos mucho peores y servicios mucho peores. No es seguro que pierdan mucho quienes ahora mismo lo tienen casi todo perdido, porque la comida, la vivienda y la salud sí pueden organizarse razonablemente en el pequeño ámbito de un Estado.
Pero sí, el problema es la democracia. El problema es que en otros países se alcen mayorías disruptivas con el sistema y vayan ganando posiciones en el Eurogrupo. Porque quizás no estamos ante un conflicto entre Estados, sino ante un conflicto de clases y de modelos sociales. Esa es la razón por la que el problema no tiene arreglo: si se tratase de un asunto de Estados, se habría solucionado hace mucho tiempo, porque la quita de la deuda griega traería disfunciones económicas mucho menores para todos que el "Grexit". La impresión es esa: que el Eurogrupo no quiere que Syriza cumpla su programa ni que los europeos lleguen a la conclusión de que pueden tener éxito políticos más audaces dispuestos a enfrentarse a lo establecido. De ahí que la mejor respuesta democrática podría ser conseguir que los asientos del Eurogrupo llegasen a estar ocupados por representantes dispuestos a cambiar las reglas del juego. Supongo que entonces nadie pondría objeciones, porque que yo sepa nadie, hasta ahora, se ha atrevido a decir que la democracia está bien para legislar sobre el aborto, pero no para gobernar la economía. En todo caso, como alguien dijo ayer, dentro de diez años seguramente se estudiará en los libros de historia la decisión de Syriza de convocar un referéndum sobre las condiciones propuestas por el Eurogrupo que nos representa.
Querido Miguel:
Me atrevo a asomarme a estas reflexión con más dudas y preguntas que certezas. Poco o nada que debatir sobre tus argumentos o el de tus amigos. Quizás la verdad está en una parte de cada uno. Pero la decisión ahora parece en las manos de los griegos. ¿O no?
Personalmente me niego a simplificar el problema o pintar escenarios de blanco o negro y aunque sea con interrogaciones intento escudriñar elementos de respuesta.
Por ejemplo, no estoy seguro que un referéndum una semana antes de su votación, sin tiempo para una campaña sosegada, apelando más a las tripas (dignidad, cuna de la democracia, etc.) que a una razonada respuesta sea la mejor de las soluciones. No olvides que los verdaderos defensores del sí –el Eurogrupo o el FMI- no van a poder defender sus argumentos. La oposición griega me imagino lo hará apelando más a los beneficios de estar en Europa. Si desde el principio Tsipras hubiera defendido que sometería a referéndum el acuerdo hubiera sido más convincente. "¿No estará cerrando filas en su coalición a costa de todos los griegos? ¿Será un órdago para la negociación con sus socios –hoy acreedores?", me pregunto. Creo que ha habido margen para llegar a un acuerdo (ver el siguiente argumento) o en caso extremo la opción hubiera debido ser decir "no" y convocar elecciones (Aquel escenario que Zapatero no supo tampoco intuir el 9 de mayo de 2010).
En mi opinión es un error pintar el Eurogrupo como una cábala de diablos, insensibles y despiadados contra Varufakis y Tsipras. Por ejemplo, una de las personas más sensatas ayer y hoy ha sido el ministro de economía francés Sapin. Y Juncker y Tusk han evitado la estigmatización. ¿Ha sabido Varufakis crearse aliados?. Además, el Eurogrupo es un órgano técnico de discusión, las grandes decisiones se toman más alto. Partiendo de la base que el FMI es un elemento perturbador en las discusiones, un pecado original de la crisis que se va arrastrar durante algún tiempo; aceptando la idea perspicaz y cierta de la contaminación progresiva de populistas en estos órganos intergubernamentales, quiero pensar que las diferencias no eran tan grandes, que había posibilidad de entendimiento. ¿No es éste también el fracaso de la capacidad de llegar a acuerdos de Syriza?
Y por último, lo más importante: el sufrimiento de los griegos de a pie. No menospreciemos el impacto sobre ellos de otro empobrecimiento radical. A la insensibilidad de las medidas de los rescates anteriores, ahora se trataría de la impotencia material para articular políticas sociales, con una parte importante de las clases medias que engrosarán las filas de los pobres. Sigo sin estar convencido que tras haber resistido la presión de la negociación todos estos meses, tras lograr que varias líneas rojas mutuas se movieran hacia el acuerdo, no fuera posible. Quizás –como dices- éste es un debate ideológico, pero por las dos partes. Me temo que los perdedores sean los mismos.
Un abrazo,
Nicolás
Me gustan tus interrogantes,y sirven para introducir matices: es verdad que una parte del diagnóstico debe pasar por concluir que Varoufakis no ha sabido crear complicidades, por más que a priori se veía que era difícil, porque el encargo que llevaba era una enmienda a la totalidad.
Pero Nicolás, hay algo difícil de soslayar. Aceptar o no las condiciones de la última propuesta del Eurogrupo era una cuestión que dividía a los griegos. Unos querrían decir sí, otros querrían decir no: no sólo por razones ideológicas, sino también de interés personal. La duda sobre el sí o no el no NO ES UNA POSE, fue la cuestión principal de las últimas elecciones en Grecia. Es decir, no es un problema inventado. ¿Cómo se toma esa decisión? ¿Podría Tsipras romper unilateralmente la negociación diciendo que "no", con las gravísimas consecuencias que ello comporta? ¿Podría decir "sí", contra el criterio del 36% que le apoyó y le aupó a la presidencia? Tú propones decir "no" y convocar elecciones. No entiendo la razón de esa propuesta. ¿No es mucho mejor preguntarle al pueblo por algo tan importante directamente, sin la mediación de elegir un Gobierno (con la decisión ya tomada!!)? Sinceramente, es de los casos más claros que veo para convocar un referéndum. En este blog tengo alguna entrada advirtiendo sobre el peligro del referéndum en algunos asuntos. Por ejemplo, me opuse al de "república ya", que pedían algunos.
Por otro lado, tienes razón en que una semana es poco tiempo para deliberar esta cuestión. Pero no es verdad que el referéndum sea una sorpresa: Tsipras viene hablando de referéndum como condición necesaria desde hace tiempo: aquí te paso un enlace interesante y no sesgado, que te va a gustar (en él se dice que en abril ya Tsipras dijo que tendría que convocar referéndum):
http://blogs.eada.edu/2015/05/05/tsipras-apunta-a-un-referendum/
Un abrazo. A gente como tú me gustaría a mi que estuvieran en los asientos del Eurogrupo!!
Brillante entrada sobre esta partida de póker en la que por sorpresa un jugador ha decidido sentar en la mesa a otros. Buena jugada.
Yo todavía reflexiono sobre el inicio del problema: Entiendo que la gente diga eso de que "que cara, las deudas hay que pagarlas, los demás nos esforzamos por equilibrar nuestros presupuestos…"
Desde mi punto de vista:
1. Desde el Derecho: las deudas se pagan. Pero si hay "clausulas abusivas" (en hipotecas, p.ej.) el sistema se revisa, el Estado debe poner en marcha los mecanismos jurídicos apropiados para frenar los efectos perversos para los ciudadanos. Y revisar el sistema entero para que no vuelva a ocurrir.
Efectivamente, sería muy interesante que en el Eurogrupo hubiera gente dispuesta a cambiar las reglas de juego. O a revisarlas, al menos, con parámetros de justicia y equidad.
Por eso me interesan muchísimo los detalles técnicos de este debate: condiciones de endeudamiento, exigencias del FMI, etc.
2. Desde la moral: ¿Hay que ayudar a un pueblo perjudicado por unas élites políticas ignorantes, torpes, locas o corruptas?
3. Desde la realpolitik: ¿Cuánto perjudica al resto de Europa la "caída" de Grecia? ¿Dejamos entrar en el tablero de juego a Rusia y a China? …
¿Demasiado simple? Pilar.
Cuantas más interrogantes metamos en esta "simple" partida de póquer, mejor. Quizás yo me he fijado demasiado en una de esas interrogantes: ¿cuánto está influyendo en el Eurogrupo el condicionante de impedir la apariencia de una victoria del gobierno de Syriza?
Por ahora, la partida la va ganando Tsipras.
Estoy convencido de que muchos esperaban que anoche, a las 00:01 horas, todos los periódicos del mundo anunciasen, a cinco columnas, que el FMI había declarado la bancarrota de Grecia y que Grecia quedaba finacieramente desahuciada. Y sin embargo, el FMI ha sentido miedo y con una nota corta y muy comedida, lo único que ha hecho es declarar a Grecia en situación de mora, que es algo que no vendía como titular.
Puede que a estas horas en todos los despachos implicados en esta crisis (salvo en la Moncloa, donde reina la estupidez sin límites, y en Berlín, donde reina el mismo fanatismo alemán que lleva cien años poniendo a Europa en continuos bretes) comience a calar la idea de que Tsipras tiene razón y de que hay que cambiar el trato que Grecia recibe simplemente porque Grecia tiene derecho a seguir existiendo como sociedad. Que es lo que no le permiten las condiciones de la Unión Europea y demás instituciones implicadas en la tarea de ahogamiento.
Te veo optimista. Yo no lo soy tanto. Lo que (sobre todo) Alemania está valorando ahora no es simplemente qué pasaría con una Grecia en quiebra como alternativa a ceder y concederle un rescate con condiciones más asumibles, sino qué pasaría si, al ceder, se fortalecieran en otros países de la UE movimientos políticos que quieren un cambio de cierta radicalidad en el gobierno de la economía. Esta creo que es la razón que podría motivarlos a asumir el coste de una Grecia quebrada.