El multiasesinato de Londres no iba dirigido contra Ignacio Echeverría. Hubo muchísimo más de azar que de necesidad en esa muerte, y eso es lo terrible. Había una inmensidad de probabilidades más de que Ignacio estuviese hoy leyendo noticias sobre el atentado de Londres que de que casi toda España supiera hoy que él es una de las víctimas. Ignacio murió porque esa tarde no se quedó en casa, murió porque él y sus amigos optaron por alquilar unas bicicletas en vez de coger un autobús, murió, porque les entró hambre, porque rieron un poco más o un poco menos esa tarde, porque un semáforo se puso rojo, porque se detuvo quizás a atarse un cordón de la zapatilla, porque alguien sugirió tomar algo en Borough Market en vez de en cualquier otro sitio. Murió porque veinticinco años de azar acumulado lo llevaron a ese lugar en ese momento que unos hombres torcidos con no sé cuántos años de negro azar habían elegido para pasar a la historia haciendo el máximo daño posible con una furgoneta y con unos cuchillos. Eso es lo terrible, que no estaba escrito. Que ese asesinato se lanzó al aire, no iba dirigido contra él.
No, nadie lo eligió como víctima. Murió porque pasaba por allí. Es verdad: también porque en vez de salir corriendo quiso defender a alguien. Murió porque tenía un patín y una ráfaga de instinto le hizo pensar que con el patín podía reducir a un energúmeno. Murió por un detalle cualquiera, tan parecido a los miles de detalles entre los que nos movemos cada día de nuestras vidas. Tantos detalles se cruzaron en Londres en aquella tarde que habrían podido dirigir el puñal hacia alguien distinto a Ignacio. Murió Ignacio como pudo haber muerto cualquier otro. Fue una muerte de lotería negra, una lotería en la que es mucho difícil que en la Primitiva que las combinaciones cuadren para que te toque a ti. Murió él, pero pudo ser nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro hermano, nuestro amigo, uno cualquiera de nosotros. Por eso el yihadismo terrorista no va dirigido contra nadie: porque va dirigido contra Cualquiera. Es decir, contra ti. Sin duda, Ignacio Echeverría somos todos, porque ahora mismo, en algún lugar, hay alguien que está eligiendo lugar, arma y día para otro asesinato indiscriminado en el que morirá alguien que hoy está compadeciéndose de los muertos de Londres o de Kabul. Todos llevamos, como Ignacio, el apellido Cualquiera, sólo que hoy nosotros estamos leyendo el periódico y sus padres y sus hermanos han quedado rotos para toda su vida. Ojalá encuentren pronto un punto de apoyo para comprender que su hijo no es uno de los ocho muertos en Londres, sino alguien que vivió treinta y nueve años.
Pero esto es terrible. Cada muerto por metralla bélica, cada vida truncada como daño colateral de un bombardeo táctico, cada víctima azarosa de una enferma rabia terrorista, es un delito de lesa humanidad, porque se trata de asesinatos universales. Matan a cualquiera.
PD: Algunos comentarios en Facebook a este artículo hacen aconsejable aclarar algo que me parece obvio: Ignacio es "cualquiera" en tanto que víctima de un asesinato lanzado al azar. No lo es en tanto que capaz de arriesgar su vida para defender a alguien.
Le leo con interés cada artículo y no deje de sorprenderme las opiniones que translucen todos sus escritos:
“…le hizo pensar que con el patín podía reducir a un energúmeno..”
Disculpe mi atrevimiento e ignorancia, pero tal vez alguien que mata con un cuchillo a traición y sangre fría en algo que se califica cómo atentado, será un terrorista.
Parece que describe usted un acto fortuito: “….murió porque esa tarde no se quedó en casa, murió porque él y sus amigos optaron por alquilar unas bicicletas en vez de coger un autobús, murió, porque les entró hambre…”
Se me ocurre pensar que murió por que tomó la decisión vital de tomar parte en tratar de impedir una agresión, lo que a todas luces lo convierte en algo más que un hecho fortuito, lo convierte en un acto heroico.
Pero claro es usted el escritor, que nos muestra su punto de vista, peculiar negando toda referencia a heroicidad, pero esa es su visión del mundo.
Salu2
Ay, Luis. ¿De verdad cree que no aprecio el acto de valentía de Ignacio tanto como usted? Y, ¿no cree que tiene sentido lamentarse amargamente de ese terrorismo que mata al azar, a cuantos más posibles, y se llevan por delante a valientes y cobardes?
Está claro que Ignacio es un valiente y no un cualquiera, y por eso lo admiraremos siempre. El problema del terrorismo en esta época es que, en efecto, es mucho más indiscriminado. Tu sabes que ETA o el IRA podía matarte ,sobre todo, si pertenecías a determinados grupos sociales antinacionalistas o políticos o a las fuerzas de seguridad. Pero ahora coge el islamista residente en Londres o en Niza que no está integrado socialmente y gana 800 euros y se pregunta a sí mismo si merece la pena vivir en esta sociedad tecno financiera y coge y va al Ulema del barrio (doctor en la ley coránica ) y le dice :a ver, Ulema, si yo mato a 43 personas en un paseo marítimo y luego me suicido con mi propio explosivo que llevo en la cadera, ¿ qué beneficio obtengo de Mahoma ? y le dice el sabio asesor; pues según la mejor interpretación coránica, tienes derecho a 73 mujeres vírgenes en el cielo, y todas para tí, y ellas , a su vez, sin otro hombre que no seas tu. Y le dice el suicida : ¿ de verdad Ulema ? , y le dice el Ulema: pues claro que es verdad, soy le Ulema y no te voy a engañar, no? y entonces el suicida lo tiene claro y frente a un mundo capitalista en declive, dominado por la posverdad , por políticos banales , y sin perspectivas vitales halagueñas. , va y mata a cualquiera y se revienta con su propia dnamita.
Naturalmente, no estoy haciendo broma a costa de Ignacio .Es una manera vulgar de razonar la estúpida época que estamos viviendo en muchos aspectos, incluida aquélla tesis de que mucha población, incluida la inmigrante, se va a rebelar contra el establibsment al precio de suicidarse o de votar a Trump o a Le Pen o a Turrión. Qué época más pobre, por dios.
Los héroes , sin más vueltas al asunto, aparecen realizan su hazaña y se van. El problema es que , esta vez , si ha dejado rastro.