Oigo en la radio a periodistas indignados por la escasa condena a "El Cuco". Entiendo a los padres de Marta del Castillo: mataron a su hija y no quieren que su hija, cuyo cuerpo aún no ha aparecido, sea enterrada por la impunidad de quienes creen que la mataron. Pero me entristece que los periodistas rivalicen en augurios sobre la blandura de los jueces, que dictan sentencias "incomprensibles". El escándalo y el morbo suscitan audiencia, y eso es lo único que interesa al mal periodista. El mal periodista dicta sentencia a bote pronto, el primer día, pero luego llega la Justicia y tarda un par de años en "equivocarse": si la sentencia de los jueces no se parece a la de los periodistas, el juez es condenado.
Es una tragedia que el pueblo dé más crédito a un periodista que a un juez. Eso significa que aún seguimos en (o que hemos vuelvo a) una cultura de juciios intuitivos, es decir, de prejuicios, que desprecia la complejidad, el matiz, el procedimiento, las garantías, la dialéctica como medio de aproximarnos a la verdad. Un juez sólo dicta sentencia después de haber presenciado un debate con igualdad de armas en el que combaten dos versiones de la realidad. El proceso busca la verdad, pero la busca con método dialéctico: cada parte tiene la oportunidad de convencer al juez de que lleva razón. El juez juzga conforme a criterios legales establecidos con anterioridad, no según las pulsiones de la vindicación: no se puede condenar a nadie para satisfacer un sentimiento popular. Una sociedad que confía más en los prejuicios de los audaces y bravucones periodistas que en las instituciones que los siglos han decantado como garantía de acierto en el juicio, está enferma. Naturalmente que cada cual puede disentir, y que las sentencias pueden ser criticadas, pero bueno sería que alguien, de vez en cuando, en radio o en televisión, recuerde que lo más probable es que el juez haya acertado y el periodista no.
No creo en la justicia del pueblo, cuando el pueblo es más televidente que ciudadano. Creo en la cultura de las garantías, en el valor de la contradicción y el procedimiento, en la necesidad de probar los hechos que incriminan, en la contención de la lapidación pública. Los periodistas están para informar, no para enjuiciar. El Estado de Derecho es incompatible con la venganza intuitiva. La madre de "El Cuco", quien quiera que sea, tiene derecho a confiar en que un juez no se va a ver presionado por las tertulias a la hora de dictar sentencia.sobre su hijo.
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