La memedemocracia y otros virus. Una explicación del 23-J.

Hubo un momento, a finales de marzo de 2020, en que quedaron trazadas las líneas estratégicas de la oposición en esta pasada Legislatura. Lo recordarán. Sánchez había declarado el estado de alarma, que fue convalidado por el Congreso de manera abrumadora (PP y Vox incluidos). Nadie, por cierto, objetó nad sobre la constitucionalidad de la medida que luego el TC declaró inconstitucional a instancias de un partido que la apremió y apoyó. En el acta de sesiones queda reflejado incluso cómo Vox se ponía a disposición del presidente Sánchez para la gestión de la pandemia invocando la necesidad de unidad, y cómo se aludía a que Vox venía pidiendo el estado de alarma desde fechas anteriores. El PP de Casado también apoyó la medida por responsabilidad. Las pocas abstenciones estuvieron motivadas por algún problema competencial entre Estado y Comunidades. El protagonista era el virus.

Pasaron los primeros días de pandemia, y algo cambió. Sánchez probablemente abusó de su visibilidad como autoridad al frente de la “guerra” contra la pandemia, y la oposición se dio cuenta de que la ocasión podría acabar convirtiéndolo en un líder político “nacional”: la autoridad en tiempos de crisis suscita aglutinamiento, y eso lo sabe bien la derecha. Y a partir del octavo o décimo día del confinamiento, comenzó la bronca. No cuesta imaginar que hubo preocupación, incluso vértigo, por el protagonismo que estaba adquiriendo Sánchez, y por cómo éste quizás lo estaba pudiendo aprovechar políticamente; tampoco cuesta imaginar que en un apresurado think-thank de una semana, se trazaron (no sé dónde, pero juraría que no sólo en sedes de partidos) estrategias para neutralizarlo, disipar el ambiente de unanimidad social e introducir deliberadamente la confrontación política en la vivencia cotidiana de la pandemia. Llegaron las críticas por el retraso en la declaración del estado de alarma para preservar el 8-M, aparecieron fotos de ataúdes, los memes sobre el afónico doctor Simón y, pese a que las medidas adoptadas estaban cabalmente alineadas con las de casi todos los gobiernos (exceptuemos, por su notoriedad, Gran Bretaña, Brasil y Estados Unidos), cada español se convertía en científico y epidemiólogo con recetas variopintas. Pero todo eso era preparatorio de lo que había de llegar: el relato del golpe de estado del gobierno socialcomunista para acaparar poder y suprimir el funcionamiento normal de las instituciones, llamando a los españoles a rebelarse contra el “secuestro domiciliario”. De los aplausos al personal sanitario a las ocho de la tarde (alguien la bautizó con expresión afortunada, “la hora de gracias”), se pasó a las caceroladas contra el Gobierno.

Con diferentes contenidos, modulados en función de cómo evolucionaron los acontecimientos, se persistió en la estrategia trazada, que en definitiva perseguía instalar la percepción de que el Gobierno era legal pero ilegítimo, y además torpe. Y de esa percha se colgó todo lo que admitiera. Incluso la palabra asesino. El virus mismo debió quedar sorprendido: ¿quién es este Sánchez del que todo el mundo habla?

No voy a prolongar esa línea, ustedes la conocen y la pueden recordar bien, y añadirle matices. Lo cierto es que el escenario quedó planteado de un modo claro: un enfrentamiento basado no ya en aspectos de gestión y políticas, sino en términos de legitimidad. Y ya se sabe que frente a un Gobierno ilegítimo, todo está permitido. Incluso invocaciones al Rey y al Ejército. También el gobierno de Hitler fue legal, llegó a argumentarse. Primero lo dijeron los más audaces y estrafalarios, pero pronto otros cabalgaron sobre esa alfombra.

No fueron tanto las declaraciones de los políticos en el Congreso como una pertinaz lluvia caída de programas de televisión, prensa y mensajes preparados para circular con eficacia en redes sociales. El caso es que una parte no sé si mayoritaria, pero desde luego sí sonora, acabaron convencidos de la urgencia de acabar con un Gobierno que amenazaba la democracia y la constitución. Cualquiera se atrevía a poner reparos y bajar la espuma: en seguida te adjudicaban la etiqueta de colaboracionista. Nos aproximábamos a un escenario de “legítima defensa” de la constitución, que es lo que se invoca siempre desde el involucionismo.

Verán, no tengo duda de que lo que se pretendía no era una involución o un atajo constitucional: en realidad lo que se solicitaba era una dimisión, una disolución de las Cortes y nuevas elecciones. Tampoco tengo duda de que se sabía que eso no iba a ocurrir. Lo verdaderamente pretendido era neutralizar el “bonus” político que la crisis de la pandemia podría ofrecer a Sánchez, y poner ya a España en modo campaña electoral, porque si no se alimentaba la sensación de precipicio, igual la gente se acostumbraba a que le gobernase la izquierda. Fue así como nació el antisanchismo, rubricado por algunos veteranos socialistas que habían perdido voz en su partido no salieron en la foto porque se habían movido. Quizás el propio Sánchez contribuyó también a ello.

La calidad del debate político ha caído en esta Legislatura por debajo del barro. Quizás sea un fenómeno universal, pero aquí hay notas específicas. Seguramente fue a iniciativa de la oposición (y sus acompañamientos mediáticos), espoleada por el sincomplejismo de Vox; pero desde el Gobierno y las fuerzas que lo apoyaban no se contestó con altura: se aceptó el terreno de juego y los goles recíprocos batían records de zafiedad. Desde el Gobierno se perdió la oportunidad de liderar comportamientos ejemplares en la comunicación pública. Los ciudadanos, conscientes o no, hemos comido mucha basura mediática (por no poner otra palabra más grosera) en esta Legislatura, y de lo que se come se cría. Hemos avanzando un buen tramo estos años hacia la ciudadanía-basura. No, quizás, individualmente, pero sí cuando hablamos de política. No hay más que repasar los grupos de whatsapp de amigos en los que asoma la política por el reenvío de un meme, un mensaje con muchas admiraciones que “no verás en los medios”, o un bulo. ¿No ha formado parte esto de nuestra vida cotidiana, más que nunca, estos años?

En esos términos estaba planteada la batalla electoral que habría de comenzar con las municipales y concluir con las generales. Estas armas fueron las que se afilaron. El Gobierno quería convencerse a sí mismo de que determinadas medidas inequívocamente presentables (subida del salario mínimo, ERTEs, protección de inquilinos, reforma laboral, transición energética, vacunación masiva, escudo social, etc.) serían suficientes para que muchos ciudadanos, pensando en sus intereses, acabasen apoyándolo. Pero enfrente se conjuraron para cubrirlas con una manta tejida con otros materiales de más fácil consumo: indultos, sedición, violadores en la calle, bilduetarras, libre disponibilidad de género, pucherazos varios y sanchismo. Sin duda, una perspectiva que circulaba de manera mucho más rápida y refulgente por redes sociales. Sobre todo si venía acompañada con memes.

Algo se torció, sin embargo, la última semana, justo cuando Moisés parecía estar ya llegando a la tierra prometida. Las encuestas probablemente tenían un sustrato real. El cara a cara Feijóo/Sánchez, rotundamente ganado por Feijóo (o perdido por Sánchez) creó un ambiente de oleada popular que algunos ya hemos vivido en otras ocasiones. Yo llegué a creer en los casi 160 escaños del PP.  Pero, ¿cómo iban a prever las encuestas lo que ocurrió después? Silvia Intxaurrondo (“no, mis datos son correctos”) y Zapatero, más cómodo que nunca y que nadie, más feliz que el gruñón González, tan apreciado por los votantes del PSOE como por los de Sumar, fueron una especie de “basta ya” que hizo removerse a no pocos ciudadanos que se limitaban a protegerse del alud de “guerras culturales” en las que no querían entrar por pereza y de lemas que no dejaban crecer la hierba. Pero el remate simbólico, según me han dicho, lo que acabó por desmentir a la demoscopia, fue algo más inesperado aún: Perro Sanxe. No Pedro, Perro. Alguien debió tener, casi a última hora, la idea de darle la vuelta a esa campaña faltona y convertirla en gasolina electoral para Sánchez. Imagino que el fenómeno del “contra-meme”, o el “meme boomerang” político se estudiará en Ciencias de la Información (o, me temo, en Marketing): el humor cambió de bando y se hizo alegre.

Put the blame of Intxaurrondo, a Zapatero y a Perro Sanxe. El caso es que funcionó y provocó una contra-oleada. Sumar encontró entonces algún hueco para colocar cuatro o cinco propuestas y empatar con Vox. Y al final no fue Txapote quien votó, sino unos cuantos más de los que se habían previsto.

Ojalá sea verdad lo que dice un amigo: que los escarmientos hacen rectificar.

1 Respuesta

  1. La novela como género analítico es un viejo recurso muy usado en los púlpitos de la sapiencia infusa para el establecimiento de las verdades alternativas que deben encandilar a la feligresía.

    No obstante, en este relato de autocomplaciencia yoistica, faltan personajes y corporaciones siniestras, como aquellas de toga y puñetas que interpretan la Ley con la leche mala de las cabras. No ha sido solo la política, también ha sido la prensa y las instituciones de “Justicia” con sus huelgas guerreras, y su Law fare contra el gobierno, los que han dado el contexto para unas encuestas miopes y el reforzamiento de la idea de que el sanchismo era una realidad en caída a plomo. ¡Ja!… La realidad real se impuso a la ficción novelada.

    ¿Y ahora qué? … Rectificar «avant la lettre» es de sabios, pero después de los hechos ya no es posible. Y además ya sabemos que tanto Feijóo como la actual cúpula del PP tienen muy difícil la resurrección después de haberse quemado a lo bonzo. Y en cuanto a la prensa, mientras Pedro J defiende la pócima calmante de la gran coalición PP–PSOE, Marhuenda –que es de piñón fijo–, sigue erre que erre empotrando a Feijóo en la cruz de Cuelgamuros.

    Lo importante, sin duda, es que el nuevo gobierno socialcomunista acometa, sin dilación, la limpieza definitiva del Poder Judicial –y de la LOPJ–, que tanto daño ha hecho y hace a la sociedad española.

    Mulgere Hircum!!!
    2307270025

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