Llueve

Llueve. Sigue lloviendo. Todavía resisten, heroicas, algunas hojas del último verano en los álamos del parque, a punto de caer, de morir, de convertirse en tierra y alimento, de dejar de ser hoja para volver a ser materia. De la gama de verdes de aquellos árboles amables y frondosos de julio queda una mezcla aterida de ramajes ocres y grises, sin pájaros. Discurre la mañana del sábado, imagino que con paraguas abriéndose y cerrándose al salir y al entrar de las tiendas del centro de la ciudad. Llegará la tarde y traerá frío, y entonces la lluvia seguirá en los puntos de luz de las farolas, en el brillo de algunas cornisas y en el tic-tac de algún canalón desbordado. Llueve y llueve. Es una invitación a quedarse dentro. A mirar desde dentro. No son recuerdos nítidos y perfilados los que trae la lluvia: son los años los que se apelmazan dentro en los días de lluvia.

Deja tu comentario

Los comentarios dan vida al texto y lo pone en movimiento.