Manchas de café

Hay una pequeña y educadísima disputa por los dos periódicos y medio disponibles en la cafetería "Carmela". A la morena de pelo corto le da igual "El País" o "Ideal", pero el hombre tranquilo y yo preferimos a esas horas el "Ideal". Si los dos han llegado antes que yo, entonces sólo me queda el "Marca": paso las innumerables páginas dedicadas al Madrid y al Barcelona, la página dedicada al Atlético de Madrid, y miro en las esquinas si dicen algo del Depor: casi nunca. Entonces suelo coger un papel y apuntar cualquier cosa, hasta que ella o él terminan, o hasta que se acaba el café.

Hoy he llegado el segundo y me ha tocado "El país". Lo leo como leen los viejos el periódico: buscando cosas de las que quejarme. Una columna de Félix de Azúa, de Gil Calvo o de Antonio Elorza, por ejemplo, o un reportaje de Anabel Díaz, gran periodista experta en afilar pequeñas cosas para que siempre parezca que los malos están empeñados en equivocarse. A veces, como hoy, me detengo en algún reportaje que recuerda a "El país" de otrora: como el reportaje del París de Juan Goytisolo, yendo de Gallimard a la Librería Española de 72 rue de Seine, o facilitando un encuentro entre Cela y el sumo sacerdote Sartre en un café de Montparnasse. Y Forges, que siempre, siempre, siempre me arranca una sonrisa (a veces, una risa). Y las páginas deportivas, tan cuidadas literariamente.

Si me anticipo y pillo el "Ideal", entonces lo leo como leen los jóvenes: intentando encontrar algún detalle que me interese.  Primero están las páginas locales, que tratan siempre, desde hace veinticinco años, de cuándo va a llegar el AVE a Granada, cuándo va a ponerse en marcha el metro/tranvía, qué pasa con la Fundación García Lorca, de qué acusan al alcalde de cualquiera de las ciudades del área metropolitana, o cómo un político local del PP ha acuchillado por detrás a otro del mismo partido. O un reportaje de Kiko Chirino o de Jorge Pastor, puro periodismo ciudadano, que son capaces de interesarte (es verdad que el café ayuda) sobre un proyecto de los bomberos o sobre la red de saneamiento del agua. Luego desfilan Motril, quizás Loja y Baza y alguna fiesta local de un pueblo más pequeño, hasta llegar a las páginas de opinión y las de política nacional, que parece más amable y menos dramática vista desde el sur y sin los sesgos calculados de "El País".  Las páginas de deportes, en cambio, no me interesan, porque el Granada CF es poco apasionante.

La camarera, que  viste uniforme de negro, me trae siempre una botella de aceite "del bueno". Nunca sé si añadir o no tomate, porque el aceite es de verdad muy bueno. Le gusta el arroz y la playa, dice. Hoy me enterado de que es de Las Negras, y he pensado que una mañana de estas voy a regalarle un ejemplar de "Recuerda que yo no existo", que comienza en Las Negras y allí vuelve una y otra vez.

Pago dos euros y diez céntimos (precio del periódico incluido) y busco Plaza Nueva por los callejones que rodean el inmenso Convento del Carmen y aquel pub, "El Aljibe", que me recuerda los tiempos en que siempre era jueves. Los periódicos de papel quedan con alguna mancha de café. No quiero que corran los días de junio.