La vejez (no me refiero a la muerte, eso es otra cosa) busca vías de penetración, desde no sé bien qué edad (es muy variable), ni por qué razones. Es una pesada. Va por la calle buscando objetivos, orificios, poros, esguinces, grietas por las que colarse, en ratos de aburrimiento.
Hay que poner barreras. La clave está en el forcejeo, y una especie de trato extraño en el que se cede una pieza a cambio de proteger el resto. De ese trato deriva un trastorno no derivado de ninguna enfermedad, que al parecer puede persistir durante unos veinte años, y que sirve como dique: una sordera, una cojera, una tos o malas digestiones. A ver si logro explicarlo tal y como a mí me lo explicó mi vejestólogo.
A mí, por ejemplo, me atacó algún día de enero de hace tres años, por el oído. De pronto, una mañana, me saltaron unos pitos de alarma. Alguien me dijo que se llaman acúfenos, una palabra que más bien suena a agua sucia. Empecé a oír peor, y el otorrino (una palabra que suena a zoólogo de especies extrañas, como los ornitorrincos) me midió una pérdida de audición que por fortuna no afecta a la música, ni al ruido del mar, ni a los ladridos lejanos de perro, pero sí a los bip-bip agudos de los despertadores y a algunas voces (sobre todo, es curioso, a las de los ingleses, a quienes me cuesta cada vez más entender). Después del otorrino fui, por indicación suya, al vejestólogo del barrio, y me tranquilizó:
- "Amigo, no se preocupe, eso es la vejez contrariada, que protesta. Resista usted: mientras se siga dando cuenta de lo que no oye bien, no hay problema alguno, tiene a la vejez encerrada en la oreja, y de ahí no sale. No se le ocurra intentar ponerle remedio, porque entonces, si dejase de estar sordo, la vejez se metería más adentro, probablemente hacia el cerebro. Eso sí, esté atento: si un día a usted le parece que ya oye bien, eso significaría que se ha rendido. Cuide su sordera, alégrese de ella, es su mejor defensa" .
Desde entonces, cada vez que alguien dice algo que no entiendo, yo, con todo orgullo, le digo: "¿Qué?". La barrera. "Quieta ahí, vejez". Es más, a veces creo que me hago el sordo, no vaya a ser que la vejez avance algún milímetro. De momento, la lucha parece que está controlada; y, por fortuna, los acúfenos ya no me suenan a aguas sucias, ni a ornitorrinco cabreado, sino a oleaje de mar desde una terraza: una maravilla. Ayer me di cuenta. Por lo visto a otros les da por sonar a ruido de autovía o a eco de xilófonos golpeados por un niño hiperactivo.
Me dijo el vejestólogo que he tenido suerte. Los más afortunados, más aún que los sordos como yo, son los que lloran mucho: la vejez les ha mirado a los ojos, y basta con la lágrima fácil para detenerla. Pero a la mayoría les ataca por las rodillas o las caderas: tampoco es demasiado grave, pero un poco más incómodo, porque la cojera produce más cojera, invariablemente, nunca se detiene, salvo prótesis, que son como diques artificiales. Peor es la nariz, por lo visto: como no quieres parecer un mocoso, te descuidas, no forcejeas, y entonces la vejez tiene vía libre hacia los pulmones, y, ay, ahí la lucha es más dura: tienes que toser muchísimo para retenerla en los pulmones, y que no se expanda por dentro: como dejes de toser, malo.
Luego está la boca. El problema que tiene esa vía de entrada es que es imposible estar todo el día salivando y masticando constantemente, y por eso la vejez penetra en caída libre, a trozos grandes, en la barriga; y allí va y se instala un tiempo. La manera de defenderse, entonces, es más complicada: a base de malas digestiones. Sí, las malas digestiones son buenas, porque hacen que la vejez no se cuele, por el intestino delgado, a la sangre. Si se filtra a la sangre, entonces ya el vejestólogo tiene poco que hacer: te deriva al gerontólogo, que es palabra que suena más a guerra que a escarceos.
Lo mejor de todo es que una vez que ha elegido un lugar para entrar, la vejez ya no vuelve a intentarlo. Se lo juega todo a esa baza. Por eso para mí la cojera, la tos o las malas digestiones, si llegan, se deben a golpes, atragantadas o comilonas, y no a la vejez. He tenido suerte, y lo celebro: siento tener que hacer repetir a veces a mis amigos lo que me dicen, o poner la mano como antena parabólica detrás de la oreja derecha, pero eso es lo que me mantiene joven. Lo que no haré nunca, por consejo grave del vejestólogo, es disimular, o hacer que me he enterado. Eso supondría que me estoy haciendo viejo. "Cada vez que haga como que ha entendido o disimule, está dejando indefenso al cerebro, tenga cuidado", me dice el doctor Vetústez. Lo malo es cuando hablo con los ingleses: si les digo que no me entero de nada, se creen que es que no sé inglés, y a ver quién les explica que es que estoy manteniéndome en forma y cuidando mis neuronas. Es el precio a pagar.
Tal vez sea solo una manera de no escuchar tonterías, de abstraerte ….. Tú…… jamás envejecerás.
Qué hacer cuando se tiene varios síntomas que aspiran a vejez. Un abrazo y feliz año. Te lo escribo por si no me escuchas.
Una vez le oí decir a alguien que la vejez tiene un punto de inflexión: acaece cuando, en el mercadeo del sexo, a uno ya no le pujan por su valor “prima facie”, Oseasé: cuando uno deviene transparente a la mirada del sexo opuesto. Si alguien ya no repara en ti, malo; la transparencia que se anuncia en una piel que pierde su grosor y elasticidad se ha extiendido, como mancha de aceite, hasta adquirir los contornos de la persona toda. Bien es verdad que se puede uno revestir de opacidades que las más de veces resultan patéticas pero que ayudan a seguir viviendo.
Viejo, sordo y ciego… ¡¡¡Jajaja!!! … ¡Mon Dieu!
Tres características de los habitantes eternos de la cueva.
La censura no es más que el atributo más preciado del poder de la oscuridad…
Ya lo manifestó Orson Welles en su alegoría de 1973 sobre la cueva de Platón.
https://youtu.be/QFi8JUIwu2s
Es bueno mirarlo y disfrutar del inglés ya que no solo da vida al texto, sino que lo pone en movimiento en un año 2020 muy confinado en lo físico como en lo espiritual, pues «Es tarea de los iluminados no sólo ascender al saber y ver el bien, sino también estar dispuestos a descender de nuevo a esos prisioneros y compartir sus problemas y sus honores, valgan la pena o no. Y esto deben hacer, incluso con la perspectiva de la muerte.» (La república de Platón. Libro 7.)
¡E pur si muove!
30/12/20 14:10
Miguel, permite el tuteo a alguien mayor (1948) y de BEDMAR, Por casualidad he leído la entrevista que publica hoy el IDEAL y que te hace QUICO CHIRINO. Tanto y tanto me han causado admiración tus respuestas (no te conozco ni había oído de ti) que, primero, he difundido entre “mi gente” la oportunidad de leerte y, en ello estoy -hoy domingo-, aprovechar los medios y ver quién es este paisano. Voy a leer tus libros, he descubierto este blog, y -por si te vale de algo la opinión de un paisano jubilado- hoy, después de leerte creo que con gente que piensa así no estamos tan mal como estaba convencido ayer mismo. Gracias