¿Qué ganó ayer? Depende con qué se compare. Si se compara con los sondeos, ganaron el PP y Podemos, los únicos que consiguieron ascender durante la campaña electoral. Si se compara con las expectativas y los miedos, ganó el PSOE, que salvó el "sorpasso" que habría supuesto su conversión en un partido regionalista andaluz y extremeño. Si se compara con la composición del Congreso en las últimas elecciones, ganaron los partidos emergentes, que han sumado 109 escaños en detrimento de PP, PSOE, IU y nacionalistas. Así que cada cual puede aferrarse al parámetro que más le conviene para celebrar su derrota sin amargura.
Ni ganó la izquierda, ni ganó la derecha, ni ganó el centralismo, ni ganó la plurinacionalidad, ni ganó el bipartidismo, aunque tampoco lo contrario. Dejando al margen pequeños detalles de gran importancia aritmética, lo único realmente visible fue un reajuste espectacular del voto debido a la emergencia de Podemos y Ciudadanos, pero su irrupción no es en absoluto suficiente para condicionar mayorías de Gobierno, como tampoco de renovación institucional.
Casi todas las grandes propuestas de cada uno de los partidos ha salido derrotada, al menos en escaños. No será posible conformar una mayoría para cambiar la ley electoral, a menos que PP y/o PSOE tengan la amabilidad de renunciar a la que tanto les beneficia. No habrá mayoría ni para el centralismo (se opondrían PSOE, Podemos y nacionalistas, con mayoría absoluta), ni para el federalismo descafeinado (se opondrían, por razones distintas, PP, C's, Podemos y nacionalistas, con mayoría absoluta), ni para el plurinacionalismo (se opondrían PP, PSOE y C's, con mayoría absoluta), ni para prácticamente ninguna de las propuestas de reforma fiscal que se han planteado (mayor presión sobre rentas altas, impuesto sobre la riqueza, equiparación de la tributación del trabajo y el capital, etc.). No será posible ni la renta básica ni los complementos salariales, ni el contrato único, ni el endurecimiento del despido (PNV y DL se alinearían probablemente con PP y C's), ni el reforzamiento del carácter público de sanidad y educación, ni medidas audaces de regeneración democrática.
Hay varias fórmulas posibles de conformación de gobiernos con mayoría simple, pero ¿cómo va a conseguir ese Gobierno aprobar unos Presupuestos Generales del Estado (que necesitan mayoría absoluta) o la convalidación de uno de tantos Decretos-Ley a los que tan proclives son los Gobiernos? ¿Cuánto tardará en ser posible una moción de censura?
Sí serán posibles mayorías parlamentarias para contrarreformar leyes orgánicas aprobadas en la última Legislatura contra toda la oposición, como por ejemplo la prisión permanente revisable, la denominada "Ley Mordaza", determinadas opciones de la Ley de Educación, así como para cualquiera iniciativa de control parlamentario del Gobierno que resulte (salvo el improbable caso de una "gran coalición" PP/PSOE que podría también controlar la Mesa del Parlamento y sus comisiones). Incluso son posibles mayorías para desgubernamentalizar (y parlamentarizar) ámbitos o instituciones como RTVE, órganos fiscalizadores y reguladores (Tribunal de Cuentas, Tribunal de la Competencia, Comisión Nacional del Mercado de Valores, etc.).
Casi todas las mayorías imaginables en el nuevo Congreso son mayorías de bloqueo, es decir, suma de escaños contra casi cualquier iniciativa importante de las que se han lanzado al ruedo en campaña electoral. Ninguna fuerza política va a poder liderar una política, y no se perciben ejes transversales que permitan grandes pactos de "geometría variable", porque los vetos se impondrán previsiblemente a los votos: acaso sólo algunas políticas de corte liberal en las que los nacionalistas pudieran apoyar a PP/C's y otras conservadoras del statu quo en las que PP y PSOE podrán estar tentados a entenderse.
No es la primera vez que ocurre en España. Así fue, también, en las Legislaturas comandadas por la UCD, hasta 1982. Esta referencia es la única que permite cierto optimismo: igual que entonces, cabría ahora la posibilidad de que todos los partidos demostrasen una olvidada capacidad de negociación para encontrar, desde la renuncia a sus líneas rojas, ámbitos mayores de coincidencia. Pero eso pasa irremisiblemente porque PP y/o PSOE comprendieran que podríamos estar en la antesala de un nuevo tiempo político de grandes reformas, en vez de atrincherarse en el búnquer que han salvado por los pelos.
Mi conclusión es que con las reglas de este parchís son posibles muy pocas jugadas de éxito. El tablero ha dejado de ser apreciado, pero no se perciben mayorías claras para conformar ningún otro en concreto. Sólo quedan, pues, dos posibilidades: o una lenta agonía, o la apertura tranquila y clarividente de un nuevo proceso constituyente que, por elevación, supere las querencias de unos y de otros.
by Ernesto L. Mena
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by Maria Ppilar Larraona