60 millones de llamadas desde teléfonos españoles "espiados" por la NSA. No es nuestra intimidad lo que está en peligro, porque no me imagino a un agente escuchando mis conversaciones con un amigo o con mi madre. Lo que está en peligro es nuestra dignidad: esos 60 millones de conversaciones contienen una enorme información difusa, inconcreta, de los que por lo general poco importa el nombre. Es una información comercial, de usos y costumbres, de tendencias de consumo e ideológicas. Debidamente tratada, esa información puede ser tabulada, organizada, y construir dibujos que ayuden a tomar decisiones. Y puede venderse.
No es la intimidad, es la dignidad. Es un sistema perverso que nos convierte, como Matrix, en fuentes de energía para una maquinaria que necesita nuestra sangre para fortalecer su poder. Luego, como un reflujo, nos devuelven productos, servicios y argumentos para que sigamos ahí. Y eso sí me molesta. La NSA consigue lo que intentan otras empresas que a cambio de ofrecernos ciertas utilidades y comodidades, adquieren un arsenal de datos personales para su marketing. Son los nuevos estudios de mercado y las nuevas técnicas de demoscopia. No importa cuál es el tráfico por internet y las páginas más visitadas por mí o por usted: les interesa el dato global, la estadística. Casi preferiría que tuvieran interés por lo que yo hago, siento y pienso. Pero ese aspecto lo desprecian. Cada uno somos uno más, una dosis succionada para el magma que acumulan. Nuestra soberanía de individuos se malversa en un río de información que ellos detentan como munición para su poder.
Y lo peor es que la resistencia apenas es posible: ¿vamos a dejar de escribir en un blog para no contribuir a su espionaje? ¿Vamos a dejar de hablar por teléfono, o a dejar de utilizar Google?. Se trata de nuevos monstruos que ya se han descrito en alguna novela. Monstruos que no prometen nada bueno: no sé si ayudarán a vigilar al terrorismo, pero sí me parece que la energía que administran puede ser más valiosa que el petróleo. Y ya se sabe qué pasa con el control de la energía: que provoca guerras.
Reconozco que a veces me paralizo por todo esto y pienso en cerrar el blog, es cierto, doy demasiados detalles de lo que sigo, lo que pienso, lo que me gusta. Después me digo que es tan apasionante que ya no puedo volver al silencio de nuevo porque me ayuda a pensar.
Saludos
Ojalá espiaran tu blog, Begoña. Lo mismo les hacía pensar.