Septiembre llega sin empujar, ocupando por defecto el espacio de la derrota de agosto. Pronto despliega sus inevitables secuelas: tardes de casi tormenta, aire fresco, sol más oblicuo, atardeceres prematuros con bandadas de pájaros con dirección sur; pero también las primeras complicaciones en el trabajo, las prematuras claudicaciones de los propósitos de mejor vida, o el inicio de las clases de los niños.
Y aquí estamos: vivos, es seguir, fugaces, en un mes frágil, insolente, empeñado en dar la espalda a su antecesor, que viaja ya también, como los pájaros, hacia el hemisferio sur, aunque allí se llame febrero.
by Ernesto L. Mena
by Agustín Ruiz Robledo
by Maria Ppilar Larraona