"Pseudojuez". Así es como Trump ha calificado en un tuit al juez que, en el ejercicio de sus competencias, ha suspendido la efectividad del decreto presidencial anti-inmigratorio. Trump está sugiriendo que quien ha dictado esa resolución es un tipo que no está aplicando la ley, sino haciendo política, y que la política le corresponde a él.
Pero esa es la diferencia entre democracia sufraguista y constitucionalismo. La democracia ha colocado a Donald Trump, inapelablemente, en un ámbito de decisión que se llama "presidencia de los Estados Unidos". La constitución ciñe ese ámbito con otros: por ejemplo, el judicial, con competencias para hacer valer leyes vigentes y defender derechos blindados del voluntarismo político, incluso frente a la voluntad del presidente recién investido. Ese juez no es un cualquiera, enfrentado al pueblo de los Estados Unidos. Es un poder que también representa al pueblo de los Estados Unidos, porque si está ahí es porque los estadounidenses quieren que ciertas cosas pueda decidirlas un juez. A Trump le irrita que un cualquiera pueda evitar la eficacia de una decisión suya prometida electoralmente. Su irritación puede vomitarla en un tuit, pero a Trump alguien le habrá dicho ya que sólo tiene dos alternativas: acatar o recurrir. Lo importante es que, planteado el conflicto, no será él, sino otro (en este caso, el Tribunal Supremo de EEUU) quien decida.
Cuando hablamos -también aquí- de separación de poderes, de principio de legalidad y de garantía jurisdiccional de los derechos y contenidos constitucionales no estamos instalados en la melancolía, en la ingenuidad, o en el obstruccionismo. Estamos defendiendo un dique que debe estar siempre ahí, porque aunque en tiempos de calma sólo sirva para pasear, cuando llega la crecida de las aguas es lo que nos salva de la inundación.
by Ernesto L. Mena
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