Menuda y frágil, como una flor silvestre; tenaz, como un junco; férrea de espíritu, como un blindado que avanza hacia su objetivo. Un torpedo la alcanzó, quedó la flor y abatió al blindado. El tallo quedó aquí para siempre. Lo que nos queda de Maite Garrido: su mirada que comprende, las lágrimas de risa contenida, la delicadeza asertiva de sus palabras, esa secreta y elegante manera de hacerte saber que eres bienvenido y que le importa lo que tú dices, sin prisas por decir lo suyo.
¿Dónde se van los amigos que se van?
Sabemos dónde se quedan: en una colección desordenada de imágenes que nos hacen sonreír, que reconstruyen momentos de cuando, antesdeayer, formaban parte de un nosotros que se resiste a menguar. Pero, ¿dónde se van? ¿Nos esperan en algún sitio que no sabemos, o sólo en lo que se queda?
Cualquier sábado en, por ejemplo, la casa de Otura, quizás vestida de blanco, en un escenario de detalles que parecían ordenarse a sí mismos sin órdenes, como por costumbre. Hablaba esperando su turno, después de escuchar, mirando a la cara y casi nunca en vano. Su manera de distinguirse era la cercanía y la presencia, jamás una distancia forzada. Inadvertida a veces, y otras como un imán que juntaba las briznas sueltas de la conversación en una frase tranquila y certera o en una opinión que más bien parecía estar preguntando, siempre en el lado amable de las cosas.
¿Dónde se van, qué hacemos con todo lo que se queda?
Mejor que su recuerdo vaya y vuelva discretamente y a su aire, mejor echarla de menos que reducirla a un álbum. Mejor saber que lo que queda de ella se guarda en la amistad, ahora compungida, de quienes nunca quisimos despedirnos y ahora tenemos que cerrar los ojos para seguir viéndola. Mejor estar seguros de que todo tuvo sentido y que la eternidad está en la profundidad de un instante, más que en la vana longitud de una vida.
Miguel, nuestros amigos y amigas se van a ese extraño país sin brújula, ni mapas, en el que, cómo el verso de Cesare Pavese, vendrá la muerte y tendrá sus ojos.
Va por ellos
Miguel yo sí sé donde está Maite. Una persona tan buena, tan entregada a su familia y tan generosa como ella solo puede estar en el Cielo, disfrutando de una vida eterna, que tenía tan merecida junto a Dios. Estoy seguro de ello. Que El la bendiga a ella y a toda su familia, en especial a su querido Javier!!!