REPSOL es uno de los instrumentos de la participación de España en el capitalismo internacional. No es una institución pública: de público tiene sólo lo que pague de impuestos al Tesoro. Pero es un instrumento de poder internacional, porque el poder no está sólo en los Estados, sino también en los mercados: por desgracia, ya lo hemos aprendido. Por eso es lógica la reacción del Gobierno, obligado a defender los intereses españoles en el extranjero, y pero por eso es también lógicfa la perplejidad de tantos ciudadanos, que no sabemos bien del todo hasta qué grado debemos adherirnos a la indignación por la expropiación: por un lado lamentamos semejante arbitrariedad que rompe las reglas pactadas aparentemente en nuestro perjuicio; por otro lado nos da envidia la libertad de mandar sobre los mercados, aunque haya sido un gesto ventajista, populista y cosmético, para tapar sus propias miserias.
Nada que objetar, desde luego, a las acciones que ejercite REPSOL, porque ha sido expropiada quizás injustamente (¿por qué sólo las acciones de REPSOL?). Poco que objetar a las reacciones del Gobierno, que quieren poner sin demasiado histerismo el peso del Estado contra una medida que perjudica la economía española. Pero las columnas (como de la de Salvador Sostres, hoy en El Mundo) llamando a la valentía y a la flota (se ha olvidado de la Legión) son pura obscenidad infantiloide en busca de ovaciones nacionalistas. Lo peor.
by Ernesto L. Mena
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