Celebré con champán y pitorradas en la calle (lo siento, fue por los niños...) el 4-0 a Italia, y me quedé tan relajado. Me gustó el juego, me gustaron los goles. Pero juro que una de las cosas por las que más me alegré fue por el éxito de un explícito empeño de elegancia en el conjunto de la selección, siguiendo la marca de Del Bosque. Jugar bien al fútbol es una habilidad que se admira, pero el estilo es algo que se agradece. No me refiero al estilo del tiqui-taca, sino al estilo de ganar sin enseñar después los músculos del pecho, sin exhibir la condición de macho-alfa ni de miembro de una raza superior. Los futbolistas jugaron de miedo, y el entrenador, como siempre, puso su sonrisa escéptica, consciente de que ganar no es el todo y perder no es el nada, que de lo que se trata es de que intentar hacer bien las cosas con respeto y con cierta humildad, que no tiene por qué ser hipócrita.
He leído en internet periódicos extranjeros, y encuentro una admiración que va más allá de la pericia con el balón: es unánime el aprecio por la elegancia. Un periódico italiano, tras destacar la tormenta de fútbol que desencadenó España, acabó diciendo que fue un honor para Italia presenciar en directo ese espectáculo. No lo habrían dicho si nuestros jugadores fuesen Ronaldos o Ballotellis empeñados en convencer de que son quienes la tienen más grande. Los nuestros, en vez de agigantarse, se han empeñado en "disfrutar como enanos".
Saber perder, saber ganar, saber estar: para eso no tenemos que ser monstruos endiosados.
Y ahora, a seguir trabajando, aunque se pierda en Wimbledon y en el Tour de Francia...
Creo que el triunfo de la selección española fue ese. Llegar y arrasar sin molestar. Demostrar que se puede ser profesional a todos los niveles, sin necesidad de creerse superior.
A veces unos españoles que van de normales, dejan en penoso lugar a algunos políticos que van de Yo superior, embutidos en un papel que se les queda muy grande, incluso en la foto del conjunto de esa división. Y eso, incluso con la boca cerrada, que si la hablan para demostrar su dominio de otra lengua; aún quedan peor.
Entre nos, no soporto cuando Rafa Nadal después de ganar un partido nos cuenta lo sencillo que fue ganarlo. O cuando se reboza por el suelo. Creo que es lo mismo que enseñar músculo a cámara.
Saludos