Lanzado queda el debate para la supresión de esa garantía, de ese suelo, de esa línea de demarcación del umbral de la esclavitud, hasta ahora incontrovertido, que era el salario mínimo interprofesional (aunque ahora se llama de otra manera más complicada). El Banco de España (o su director) sugieren que es un factor de rigidez y una merma para la competitividad. Tiene razón, pero sus razones son parciales.
Rigidez: sí. Como es rígida la linde de una propiedad privada. Como es rígida la prohibición de husmear los correos electrónicos ajenos. Como es rígida la prohibición de emplear a niños de 8 años en la mina. Como son rígidas las líneas de la pista de tenis: sin líneas no hay juego posible, y sin límites no hay derechos. La función del salario mínimo es delimitar lo que una sociedad considera la línea por debajo de la cual el acuerdo no puede ser reconocido porque es indigno. Nadie puede voluntariamente hacerse esclavo, ni aunque quiera: es una cuestión de orden público, indisponible. Nadie puede aceptar un salario inferior al mínimo, y si lo acepta, el acuerdo es nulo y podrá exigir el mínimo. Bendita rigidez que impide que la legión de parados provoque una subasta a la baja de los salarios, porque es mejor cobrar 450 euros trabajando todo el día y todos los días, que no cobrar nada.
Merma para la competitividad: sí. Como lo es la obligación de respetar un mes de vacaciones por año de trabajo. Como lo es pagar un impuesto por el beneficio empresarial. Como lo es poner multas por infringir las normas esenciales de seguridad e higiene en el trabajo. Las empresas serían más competitivas si en vez del enojoso coste de pagar salarios, bastase con unos látigos y unos timbales. Los beneficios serían mayores, al ser menores los costes, y se podrían bajar los precios para competir mejor en los mercados...
Así que el director del Banco de España no dice mentiras. Pero es que no se trata de verdad o mentira, sino de otra cosa. Se trata de Constitución. De pacto social. De una convención no menos importantes que tantas otras, como por ejemplo las fronteras, la libertad de empresa o la moneda. No se trata de una cuestión técnica, sino de un principio moral con dimensión constitucional. Necesitamos líneas rígidas que demarquen el terreno de juego de los negocios; de lo contrario, no somos nada.
Propongo no caer en el envite y centrar la atención en el otro lado: en el salario máximo (para banqueros, para asesores, para futbolistas). Propongo estudiar una cifra por encima de la cual toda cifra de salario u honorarios sea ilícita, por inmoral: el salario máximo interprofesional. Porque cabe la posibilidad de que nuestro problema, lo que nos devuelve una y otra vez a la crisis, no sea el suelo del salario mínimo, sino la estratosfera a la que llegan algunos sueldos.
Ya sé que el mío no es un planteamiento liberal, pero
Estoy de acuerdo en general, pero